22 de septiembre de 2009

La tragedia de Moscatel




Hace unos días fue asesinado públicamente en el pueblo vallisoletano de Tordesillas un toro llamado Moscatel. Su muerte ocurrió por dos motivos principales: tradición y diversión. Los habitantes del lugar llevan cinco siglos celebrando el asesinato público de un toro en una fecha señalada. Lo hacen por mantener una tradición heredada. Alrededor de dicho acontecimiento se congregan miles de personas venidas de otros lugares para ver o participar en este evento sangriento. Todos lo hacen evidentemente por la diversión que obtienen al participar en ello.

Por otro lado, muchísima gente se muestra escandalizada y contraria a esto. La gran mayoría de ellos comen animales. Que reaccionen de esa forma no me parece extraño lo que me choca es que eso mismo no les haga reflexionar acerca de su propia conducta. Si pensamos en ello por un momento nos daremos cuenta de lo incoherente que resulta que gente que paga por divertirse comiendo cadáveres de unos animales se manifieste en contra y se indigne porque otros hagan exactamente lo mismo que hacen ellos: utilizar a otros animales para su propio beneficio causándoles sufrimiento y muerte.

Moscatel, al igual que todos nosotros, no deseaba morir, pero fue asesinado, al aire libre bajo el sol, y su muerte fue publicada por los medios informativos. Pero los miles de animales que están siendo torturados y asesinados a puerta cerrada en las granjas y en los mataderos justo en este momento son víctimas ignoradas por la  gran mayoría de la sociedad, víctimas por los mismos motivos que lo fue Moscatel: por continuar una tradición, la tradición de comer animales, y por diversión, por el placer que se obtiene de comer sus cuerpos muertos. 

Sólo espero que algún día los que somos veganos consigamos hacer ver al resto de la sociedad que es igual de inmoral matar a Moscatel que matar a los animales cuyos cadáveres se comen cada día o cuyas pieles visten. Creo que sólo entonces la trágica muerte de Moscatel no habrá sido en vano. No deberíamos permitir que haya sido en vano. La tragedia de Moscatel es la misma tragedia que tienen que padecer millones de animales inocentes que son esclavizados y asesinados para beneficio humano. Ya no podemos salvar a Moscatel pero sí podemos salvar a millones de animales de sufrir en el futuro el mismo destino si educamos activamente a la sociedad en el respeto a los animales.

Eduquemos en el veganismo.

14 de septiembre de 2009

¿Defender a los animales?

GRANJAS DE ESCLAVOS

«Mis experiencias me condujeron a querer dedicar mi vida a conseguir justicia para los oprimidos. Pronto me di cuenta de que los seres más oprimidos de la tierra son los animales, y de entre ellos los más numerosos y más oprimidos son los animales utilizados en las granjas.
»  ~ Alex Hershaft

Durantes estos últimos años, desde que me hice vegano, mucha gente se ha extrañado de mi preocupación moral por los animales que no son humanos.

Algunos me han advertido que, según su punto de vista, existían problemas en el mundo más importantes que la forma en que tratamos a los demás animales. Problemas como el aborto, el hambre, la pobreza, las guerras, la violencia machista, serían, a su juicio, más importantes que preocuparnos por la relación que los seres humanos tenemos con los animales no humanos.

En respuesta a esas objeciones, en esta nota de hoy quisiera señalar brevemente algunos motivos por los que me parece importante y prioritaria la defensa específica de los derechos de los animales no humanos como activismo.

Primero; los demás animales no pueden defenderse por sí mismos. Una evidente dificultad que tienen los animales no humanos para defender sus intereses es que no se pueden organizar para hacer frente a los abusos que se cometen contra ellos. No pueden manifestarse, ni hacer presión social, ni boicotear empresas, ni dar charlas educativas, ni realizar actos en la calle. En definitiva, todo aquello que nosotros sí podemos hacer para intentar proteger nuestros propios intereses.

Es decir, los animales no humanos resultan ser las víctimas más indefensas ante el poder del ser humano. No pueden responder de ninguna manera ante la violencia que cometemos contra ellos. No pueden denunciarlo a las autoridades o a los medios informativos. Los no-humanos explotados por el hombre no pueden levantar la voz contra su esclavitud. Además de que el sistema legal no protege los derechos de los animales, puesto que están sometidos a la condición legal de propiedad humana —son tratados literalmente como esclavos de los humanos—, ellos no poseen la capacidad para rebelarse de forma organizada.

Segundo; yo considero que el activismo es una obligación moral. No es una obligación moral en sí mismo, como sí lo es el veganismo como principio ético, pero sí es una obligación moral derivada del hecho de que hemos aceptado formar parte de una sociedad que explota a los animales. La única forma de compensar esto es hacer activismo para reformar la sociedad.

No es lo mismo la obligación moral imperativa de un principio ético que la obligación moral derivada de una decisión voluntaria. Pero ambas son obligaciones. Por ejemplo; no tenemos la obligación moral de cuidar de un niño cualquiera; pero si traemos un niño al mundo contraes la obligación derivada de cuidar a ese niño concreto. Del mismo modo, no tenemos la obligación imperativa de hacer activismo; pero si decidimos continuar formando parte de esta sociedad especista entonces contraemos la obligación de reformarla hacia el veganismo.

Vivimos en una sociedad especista y al formar parte de ella es imposible no colaborar accidentalmente o indirectamente en prácticas especistas. Si decidimos continuar viviendo en ella, entonces contraemos la obligación de erradicar el especismo en todos sus aspectos. La única forma de remediar este conflicto entre nuestros principios morales y la sociedad en la que vivimos es hacer activismo para cambiar esta situación.

Tercero; el prejuicio más arraigado que existe en la mentalidad de nuestra sociedad es el especismo. Durante miles de años el hecho de utilizar a los animales de otras especies para satisfacer nuestras necesidades ha sido aceptado como algo perfectamente normal hasta ahora en casi todas las culturas humanas conocidas.

El prejuicio de considerar que las vidas de los otros animales no tienen valor moral en sí mismas, y que sólo tienen el valor instrumental o económico que nosotros les demos, sigue siendo el prejuicio más extendido y afianzado en la mentalidad humana. Erradicar ese prejuicio y evolucionar hacia una ética de respeto va a requerir de un inmenso esfuerzo.

Cuarto; resulta que respetar a los animales es compatible con cualquier otra lucha social en la que nos queramos ver involucrados.

Todos podemos respetar a los animales porque todos podemos ser veganos. Difundir el veganismo es la forma más fundamental e importante de activismo por los animales. Pero al mismo tiempo que somos veganos también podemos colaborar para ayudar a colectivos humanos desfavorecidos. Lo relevante no es la especie; lo relevante es que haya individuos que sean víctimas de la injusticia y necesiten de nuestra ayuda.

En definitiva, no sólo habría motivos de peso para defender a los animales —comenzando por lo más importante que es llevar el veganismo a la práctica y difundirlo educativamente— sino que no hay ninguna excusa para no respetarlos. Todos podemos ya respetar a los demás animales, porque todos podemos ser veganos.