8 de octubre de 2011

El sufrimiento de la explotación


Una forma en la que los animales son explotados para ser convertidos en vestimenta sea realiza mediante un procedimiento que consiste en arrancarles las plumas a unos animales con el fin de conseguir material para rellenar almohadas, edredones, abrigos, colchas, ... y muchos otras prendas de ropa que se comercializan y se usan cotidianamente.

El mensaje de las campañas bienestaristas sobre esta forma de explotación animal está totalmente exclusivizado en el sufrimiento que padecen los animales. Esto sugiere que lo correcto sería matar a los animales antes de arrancarles las plumas para evitar así que sufran. Recordemos que Ingrid Newkirk afirmaba explícitamente que su prioridad era acabar con el sufrimiento de los animales y no con su explotación. Esto es análogo a plantear que para violar a una mujer lo correcto sería matarla antes de ser violada para que así no sufra durante la violación.

Pero este tipo de prácticas es inaceptable no sólo porque cause sufrimiento sino porque los animales tienen otros intereses además del interés en evitar el sufrimiento. Los animales también poseen un interés en vivir y en disfrutar de su vida libres de sometimiento ajeno.

El criterio basado en creer que sólo importa el sufrimiento resulta muy problemático por varias razones.

Por un lado, utilizar a los animales no siempre implica necesariamente causarles sufrimiento de forma deliberada, a pesar de que sí sea lo habitual. Por otro lado, si creemos que el sufrimiento es lo único que importa entonces en el mejor de los casos se buscarán formas de continuar utilizando animales pero sin supuestamente causarles sufrimiento o con menos sufrimiento.

La mayoría de activistas y organizaciones animalistas simplemente abogan por buscar métodos para "reducir el sufrimiento". Su postura parte del prejuicio de creer que a los démas animales solamente les importa el dolor y el sufrimiento. Y si sólo tenemos el sufrimiento entonces es coherente que busquemos formas de causar menos sufrimiento. Y en cierto modo es factible considerar, por ejemplo, que la ganadería tradicional causara menos sufrimiento que la industrial, aunque ambas impliquen sufrimiento y daño sobre los animales.

El sufrimiento no es la cuestión. Centrar la crítica sobre el sufrimiento a la hora de tratar el problema moral en nuestra relación con los demás animales sólo sirve para motivar leyes que busquen reducir o evitar ese sufrimiento pero que sigan legitimando el uso de animales no humanos. Hablar sólo de sufrimiento sirve para que la gente ignore que los demás animales tienen otros intereses aparte de evitar el dolor innecesario. Hablar sólo de sufrimiento sólo consigue al final perpetuar y causar más sufrimiento injustificable.

Ése es el error de focalizar la cuestión en el tema del sufrimiento. La cuestión de fondo es que los animales no sólo tienen un interés en evitar el sufrimiento innecesario sino también otros intereses igualmente importantes —como el interés en continuar existiendo y en evitar el daño— que son incompatibles con cualquier forma de explotación.

Por tanto, el sufrimiento no es la cuestión. 

La cuestión es la sintiencia —la capacidad de sentir. El dolor es sólo una sensación, entre otras muchas, y una parte de la totalidad de la sintiencia. Sentir significa que experimentamos sensaciones y tenemos intereses: deseamos vivir, evitar el daño y disfrutar de nuestra vida. Al igual que nosotros, los demás animales son seres conscientes.

La cuestión es que estamos utilizando a seres sintientes como recursos para nuestro beneficio sometidos a la condición de propiedad. La cuestión es que hemos esclavizado a otros animales aprovechándonos de que podemos ejercer ese poder sobre ellos y alegando la excusa de que no son humanos. 

La cuestión es el especismo.

La cuestión es que estamos utilizando como recursos a otros animales que, al igual que nosotros, sienten y desean vivir sus propias vidas libres del sometimiento. Estamos usando a personas como si fueran cosas —como simples medios para conseguir nuestros fines. No los respetamos del mismo modo que deseamos que nos respeten a nosotros. Los discriminamos sólo por no ser humanos.

Claro que hacer sufrir a alguien de forma injustificada está mal, pero si focalizamos el asunto sólo en ese aspecto lo que estamos promoviendo indirectamente es que la explotación continúe igual pero con reformas que supuestamente consigan que la actividad explotadora cause menos sufrimiento.



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