7 de noviembre de 2011

¿Por qué está mal explotar a los animales?



El veganismo es un principio moral que se define en la oposición y el rechazo a la explotación de los animales no humanos. Obviamente mucha gente pregunta por qué los veganos rechaza esa explotación en concreto o por qué todos en general deberíamos rechazar dicha explotación.

Esta texto tiene como objetivo ayudar a esclarecer: [1] a qué nos referimos cuando hablamos de explotación en un contexto moral y [2] las razones por las que es inmoral explotar a los animales, ya sean humanos o no-humanos. Aclaro de antemano que en este ensayo en concreto al hablar de animales me refiero de manera general a todos los animales sin distinción de especie, incluyendo a los humanos. También debo destacar que parto de la base de haber reconocido que es irracional discriminar moralmente según la especie.

Podemos juzgar de manera intuitiva que la explotación de los animales está mal, pero sin conocer las verdaderas razones que sustenta dicho juicio o sin saber explicar en qué consiste específicamente la explotación. Tenemos conocimiento de que la explotación implica daño, sufrimiento y muerte a los animales —lo cual va en contra de su voluntad y sus intereses básicos. Sin embargo, argumentaré aquí no es el hecho de causar daño, sufrimiento o muerte lo que convierte la explotación animal en algo inmoral en sí mismo.

Explotación significa utilizar a un ser exclusivamente como un medio para conseguir un fin, es decir, como un simple recurso para nuestro beneficio. Por ejemplo, utilizamos un árbol con el fin de obtener su madera con la que fabricar productos: papel, muebles,... También utilizamos a una vaca con el fin de obtener de ella leche, carne y otras sustancias. Por eso hablamos de explotación minera, explotación forestal, explotación ganadera y demás. Ahora bien, la diferencia entre ambos seres —árbol y vaca— es que la vaca es sintiente; es un individuo perceptivamente consciente.

Cuando decimos que explotamos a un ser sintiente esto significa que lo estamos tratando como si fuera un objeto, es decir, como si no fuera un ser sintiente —un ser que tiene conciencia, voluntad e intereses propios. No lo respetamos como sujeto. No tenemos en cuenta su consentimiento a la hora de utilizarlo —despreciamos sus intereses fundamentales para supeditarlos a nuestro beneficio. Esto significa que lo estamos cosificando: tratamos a un sujeto como si fuera un objeto. Aquí tenemos la primera razón moral por la que la explotación de los animales es éticamente inaceptable. 

Además, esta explotación implica anteponer nuestros intereses a los del individuo que sometemos. De este modo, estamos quebrando el principio moral de igualdad. Un individuo es igual a otro en tanto que ambos son igualmente individuos; y sus intereses básicos —como el interés en vivir— son los mismos intereses básicos que tienen todos los individuos. No hay razón por tanto que justifique considerarlos de forma diferente. Ésta es la segunda razón fundamental por la que la explotación es inmoral. Así lo argumentó el profesor Gary Francione:

«El principio de igual consideración dice que para tomar en serio este interés, hay que extender a los animales el derecho básico de no ser tratados como cosas si no hay alguna razón que justifique ese trato diferencial. Hay que dar una razón, que no sea arbitraria y no vulnere el principio de igual consideración, de por qué se concede este derecho básico a todos los humanos y se niega a todos los no-humanos, a pesar de ser sintientes, igual que nosotros.» Gary Francione; Introducción a los Derechos Animales [2000]

Un ser sintiente tiene la capacidad de experimentar sensaciones y posee intereses propios. Busca su propia conservación, su bienestar y el desarrollo de sus facultades. Es un fin en sí mismo. No existe para la conservación o bienestar de otros individuos sino ante todo de la suya propia. Por esto decimos que un ser sintiente tiene un valor inherente que es independiente de su valor instrumental. La explotación en este caso sucede cuando no respetamos ese valor inherente y lo tratamos de forma puramente instrumental.

Cuando tratamos a un ser sintiente exclusivamente como un medio para conseguir nuestros fines —esto es, sin tener en cuenta su consentimiento ni sus propios intereses— lo tratamos como si fuera una cosa y esto supone violar su condición de persona, pues es un hecho científicamente reconocido que los animales no humanos poseen personalidad. Si reconocemos que los animales no son cosas, no son objetos, entonces tenemos que aceptar que son personas, independientemente de su especie.

Cuando utilizamos a otros animales como comida, como vestimenta, o como sujetos forzados de experimentación o entretenimiento, estamos ejerciendo la explotación sobre seres sintientes. Estamos cometiendo un acto inmoral en sí mismo; independientemente de la manera particular en que lo hagamos. El filósofo Arthur Schopenhauer lo explicaba de esta manera:

«Cuando yo cometo una injusticia sin aniquilar o herir el cuerpo del individuo extraño, el componente esencial de la injusticia siempre es el mismo y consiste en que, al cometer la injusticia, obligo al individuo extraño a servir a mi voluntad en lugar de a la suya, le obligo a actuar conforme a mi voluntad en lugar de actuar con arreglo a la suya. Así pues, le obligo a que mediante sus actos y su trabajo sirva a mis fines en lugar de a los suyos.» Arthur Schopenhauer; Metafísica de las costumbres §289

No obstante, esto no quiere decir que utilizar a seres sintientes esté mal siempre y en cualquier caso. El uso de animales sería aceptable siempre que se cumplieran dos requisitos básicos fundamentados en reconocer que los seres sintientes son individuos con voluntad e intereses propios:

[1] Consentimiento


[2] Respeto de sus intereses básicos


Para que pueda haber consentimiento tiene que tratarse del caso de un ser consciente que tenga la capacidad de darse cuenta de lo que implica su utilización y de poder comunicarnos dicho consentimiento. Esta circunstancia sólo nos es posible a nosotros en el caso de seres humanos, a partir de cierta edad y desarrollo mental, con los que nos podamos comunicar. El resto de animales no tienen dicha capacidad o no nos la pueden comunicar. 


En todo caso, el hecho de que no pueda haber consentimiento explícito por su parte hace inaceptable de por sí cualquier utilización que hagamos de ellos. Sin consentimiento expreso no puede haber ningún uso moralmente aceptable sobre nadie.

El consentimiento es un requisito necesario aunque no es suficiente. Porque cualquier uso que implique cosificación o violación de los intereses fundamentales es moralmente inaceptable incluso aunque se hiciera con consentimiento.

Por todo esto, afirmamos que la explotación de los animales es injusta ya que viola su condición de sujetos, de seres conscientes, y porque quiebra el principio de igualdad.

Incluso aunque la explotación sobre los animales no implicara causar algún perjuicio o muerte a nuestras víctimas —lo cual sería bastante inusual por no decir casi imposible en la práctica— seguiría siendo igual de injusta. De todos modos, la realidad es justo lo contrario. Así, por causa directa de su explotación, millones de animales no humanos son coaccionados, agredidos y asesinados cada día para beneficio humano.

Los animales, en tanto que seres dotados de sensibilidad, existen como fines en sí mismos, y no como medios para fines de otros. La búsqueda de su propia conservación y su propio bienestar es el propósito de cada vida sintiente. Existen por sí mismos y para sí mismos, y, por ello, no es justo forzarlos a sacrificar sus intereses para beneficio de otros o para lograr la consecución de algún ideal. Así lo expone el profesor Tom Regan:

«Nuestro error fundamental no está en el hecho de que encerremos a los animales, causándoles soledad y angustia, en que les provoquemos sufrimiento, o en que ignoremos sus deseos. Claro que todo eso está mal, pero no es el error fundamental. Son consecuencias de nuestro fundamental error moral, que consiste en ver a los animales como seres que carecen de valor intrínseco, como recursos para nuestro beneficio.» Tom Regan; The Case for Animal Rights [1985]

Es por todo esto en esencia que afirmamos que es inmoral vivir a costa de la explotación de otros animales.

Afortunadamente sucede que tenemos la opción de vivir sin explotación animal: asumiendo el veganismo y aplicándolo en nuestra vida cotidiana. Por tanto, si queremos ser justos con los demás animales, ésta es la decisión que deberíamos tomar.

4 comentarios:

  1. Hola Luis,

    Quiero comentar una cosa.

    Dices: "Aunque es importante dejar claro que para que pueda haber consentimiento tiene que tratarse de un ser sintiente que tenga la capacidad de darse cuenta de lo que implica su utilización y de poder comunicarnos dicho consentimiento. Esta circunstancia sólo nos es posible a nosotros en el caso de seres humanos de cierta edad con los que nos podamos comunicar."

    Una cebra no da su consentimiento al león para que la coma. Parece que, según lo que pone aquí, el consentimiento no es tan importante... Es más, según lo que pone aquí, la vida sintiente no es importante en sí misma sino que lo importante es que los agentes morales cumplan con unas normas éticas. Por ejemplo, si dejamos que un niño golpeé insistentemente a un bebé estaríamos siendo éticamente correctos.

    Creo que valoras normas éticas para respetar la vida sintiente pero que, al mismo tiempo, no valoras la vida sintiente como tal. Esto parece mostrar que hay una contradicción bastante importante en tu teoría ética.

    Lo primero que debemos hacer antes de construir una ética vegana es valorar moralmente la vida sintiente y, por tanto, la voluntad de vivir. Si valoramos la vida sintiente entonces no seremos indiferentes ante el sufrimiento no deseado (hambre, sed, enfermedad, etc.) y entonces deberemos actuar en consecuencia.

    Saludos,
    David.

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  2. Hola, David.

    Muchas gracias por tu comentario.

    Antes de nada quisiera decir que este texto es simplemente una breve introducción, desde la perspectiva de los Derechos Animales, a la cuestión de por qué es inmoral que explotemos a seres sintientes.

    Mi intención es ayudar a comprender que la maldad de la explotación no tiene que ver con el hecho de que cause sufrimiento, daño y muerte a sus víctimas. Esos sucesos están aparte de la cuestión misma de la explotación.

    La explotación es intrínsecamente inmoral porque viola el principio de igualdad y la condición de persona de los seres sintientes. Independientemente de que cause sufrimiento, daño o muerte.

    Por supuesto todo este razonamiento no tiene sentido sin la presencia de agentes morales. Es decir, seres que son capaces de comprender racionalmente la ética, y que son capaces de hacerse responsables de sus actos. Es decir, nosotros.

    En relación a lo que comentas, te aseguro que el consentimiento es una condición necesaria y fundamental. Sin consentimiento expreso no es legítimo que haya ningún tipo de relación que implique el que usemos a un ser sintiente.

    El consentimiento sólo lo puede ejercer un agente moral. Sin embargo, el consentimiento no justifica ningún acto que implique explotación o violación de los derechos fundamentales. Incluso con consentimiento expreso nadie tiene legitimidad moral para consentir su propia explotación o la de otros, ni tampoco para consentir una violación de derechos fundamentales.

    El consentimiento se refiere al consentimiento que un agente moral da a otro agente moral. En principio, la relación entre una cebra y un león no es una relación entre agentes morales ni es responsabilidad de ningún agente moral, por lo tanto la ética nada tiene que hacer aquí.

    Sobre el ejemplo que pones acerca de que si un niño golpea a un bebé te comento que si ese niño es responsabilidad de un agente moral (si es un niño humano) entonces ese agente moral tiene el deber de impedir que ese niño cometa cualquier acción violenta. Si por lo que fuera dicho agente moral no pudiera ejercer su deber entonces la responsabilidad recae en todos los agentes morales que puedan hacerse cargo de ese deber. Ya que los agentes morales no sólo son responsables de sus actos individuales sino también de que otros agentes morales respeten la ética.

    No estoy nada de acuerdo en lo que afirmas acerca de que no valoro la vida sintiente. Por supuesto que valoro la vida sintiente. La vida sintiente merece respeto por parte de todos los agentes morales (y de quienes estén bajo su responsabilidad). La vida sintiente es la condición necesaria para que haya consideración moral. Sin vida sintiente no puede haber consideración moral. La vida sintiente es el fundamento material de la ética.

    Por tanto, no veo la contradicción que mencionas en la teoría ética que expongo. Aunque no considero que sea mía, sino que entiendo que es la conclusión lógica a la que cualquiera puede llegar usando la razón.

    Por otra parte, te aseguro que de ninguna manera soy indiferente ante el sufrimiento. Sea quien sea el que sufra. Pero una cosa es no ser indiferente ante el sufrimiento, intentando no causarlo innecesariamente, y otra muy diferente es creer que el sufrimiento es algo inmoral en sí y que debemos hacerlo desaparecer. Esta última conclusión es irracional, y por tanto inaceptable.

    En general, las cuestiones que planteas (responsabilidad moral, valor moral de la sintiencia, sufrimiento,..) son muy importantes y espero poder tratarlas más a fondo en próximas notas.

    Gracias por tu atención.

    Un saludo.

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  3. Luís ¿Qué opinas en el caso de quienes nos hemos realizado un tatuaje o colocado un arete dando nuestro consentimiento explícito y cuidando dentro de todas las medidas posibles nuestra integridad física, tomando las medidas sanitarias adecuadas?

    Porque, un tatuaje o arete siempre va a implicar un daño (aunque no perjudicial) pero generalmente los que nos hemos hecho una modificación de este tipo no tenemos un interés en ser dañados, ni obtenemos placer de la sensación dolorosa que inflige la práctica del tatuaje.

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    1. No tengo una opinión establecida sobre esa práctica. Me imagino que es equiparable a cualquier práctica que pretende modificar la apariencia del organismo, como son también las operaciones de cirugía estética. En principio, no tendría nada que objetar a eso siempre que sea de forma consentida y no tenga intención de causar un perjuicio. Pero no tengo claro que esto tenga alguna relación directa con el tema que aquí se expone. Tampoco es algo sobre lo que específicamente haya dedicado tiempo a reflexionar. Ya te digo que no tengo una opinión establecida definitiva sobre ese tipo de prácticas.

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