30 de julio de 2011

Colaborar con el mal no ayuda a mejorarlo ni a erradicarlo

GRANJAS DE ESCLAVOS


Mi reflexión en el día de hoy viene motivada a leer la siguiente noticia: Un incendio en una granja provoca la muerte de 14.000 pollitos

Lo primero que pensé es que ojalá estos animales no hubieran sufrido al morir. Muchos habrán pensado algo similar. Pero no valoraríamos correctamente este suceso si nos quedáramos ahí.

Tengamos en cuenta antes de nada que esta situación de confinamiento bajo la que vivían las víctimas fue creada por la mentalidad que considera legítimo que los seres humanos usemos a otros animales como recursos para nuestro beneficio. Esta mentalidad especista permite, favorece y motiva la demanda de productos provenientes de la explotación animal. 

De no haber muerto por causa del incendio esos animales habrían acabado siendo llevados al matadero para ser degollados y utilizar sus cuerpos como productos.

Si se diera la circunstancia de que alguien tuviera que morir inevitablemente por causa de un incendio, es muy probable que de poder elegir preferiría morir inconsciente por inhalación de humo —que parece ser una muerte más rápida y menos dolorosa— a morir abrasado por las llamas, que debe ser algo muy doloroso. Sin embargo, esta preferencia no legitimaría nunca el proponer que los pollos, o cualquier otro animal explotado, fueran asesinados mediante el método de gaseamiento, en lugar de otros como, por ejemplo, el degollamiento. 

Por desgracia, los bienestaristas suelen alegar este tipo de ejemplos para intentar justificar su promoción de unos métodos de explotación frente a otros. La posición bienestarista sirve de apoyo a que la explotación animal continúe, gracias al mito de que esta explotación se puede llevar a cabo de una manera compasiva o humanitaria mediante regulaciones de 'bienestar animal'.

¿Es mejor padecer la esclavitud al aire libre que hacerlo confinado toda tu vida en un espacio cerrado? Puede que lo sea, pero esto no justifica que promovamos algún tipo de esclavitud. ¿Acaso no sería mejor morir quemado de forma inconsciente que morir retorcido de dolor por el fuego? Obviamente lo sería, pero esto no justifica que promoviéramos que los pirómanos quemen animales de determinada manera con la excusa de que de esta manera las víctimas supuestamente sufrirían menos.

Si reconocemos que los animales poseen un valor inherente, y entendemos que no son cosas, entonces deberíamos reconocer también que ellos tienen un derecho moral a no ser nuestra propiedad. Si lo tratamos como nuestra propiedad entonces actuamos del mismo modo que los esclavistas respecto de los humanos que esclavizaban. Tratar a alguien como una propiedad es esclavitud, y un animal es alguien —es un ser consciente


La esclavitud sigue siendo errónea tanto si se hace a puerta cerrada o al aire libre; está igual de mal independientemente de si causa más o menos sufrimiento. Esto significa que no debemos apoyar que se realice de una manera o de otra.


Todas las medidas que pretenden reformar la explotación de los animales para supuestamente hacerla menos horrible lo que consiguen no es aliviar el sufrimiento de las víctimas sino perpetuarlo porque consiguen que la gente siga pensando que sólo importan las condiciones en que hemos esclavizado pero que no se cuestione el hecho mismo de que sometamos a los animales a ser nuestros esclavos.

Las reformas de la esclavitud humana tenían un solo propósito que era el de perpetuar dicha esclavitud, mejorando su eficiencia económica y su aceptación social. Los abolicionistas de la esclavitud humana no aceptaron la posición reformista. Esta integridad moral permitió finalmente que fuera posible abolir dicha esclavitud. Lo mismo hoy día sucede con las reformas de la esclavitud animal. Estas reformas sólo tienen como objetivo perpetuar su existencia ante las presiones que recibe. Si queremos abolir esta injusticia debemos enfocarnos en difundir el veganismo.

El concepto de mejor sólo existe partiendo de algo que sea bueno. La esclavitud es moralmente mala, así que nunca puede haber una mejor esclavitud. Pretender mejorar las condiciones de esclavitud significa en realidad ayudar a que la esclavitud continúe existiendo y con ella sus víctimas.

El bienestarismo fomenta que la gente no cuestione el prejuicio del especismo, que es la causa originaria de que las víctimas se encuentren en esa situación. La posición bienestarista facilita que el mal continúe; en lugar de ser detenido.

La forma correcta de afrontar el problema de los incendios provocados comienza obviamente por no colaborar en los actos de quienes los causan o propician que ocurran. Del mismo modo, no existe otra forma correcta de afrontar el problema de la explotación de los animales que empezando por no colaborar con dicha explotación, incluyendo los intentos por reformarla.

La solución correcta ante el problema de la explotación animal es su abolición. Y esta solución comienza en el veganismo.

27 de julio de 2011

Acción directa al fracaso



 «Si la solución que se propone para el sufrimiento individual y social elude las causas del conflicto individual y social, no es probable que funcione durante mucho tiempo. Puede tratar un síntoma, pero no hace nada por las raíces de la enfermedad.» ~ Antonio Damasio


En términos básicos, por acción directa entenderemos el liberar directamente a los individuos concretos que son esclavos y víctimas en general, de la opresión que padecen, o el impedir que sean agredidos; así como destruir o sabotear la propiedad que utilizan los explotadores de animales con el objeto de dañar su actividad económica y tratar de detenerla. Esta táctica se lleva utilizando al menos desde comienzos de la segunda mitad del siglo XX. Empezó con los llamados sabotajes a la caza —en la década de los cincuenta— y continúo con la actividad clandestina organizada de rescates y sabotajes. También se conoce como acción directa el boicot económico y la presión social contra una determinada empresa que explote animales no humanos con el objetiva de cerrarla.

No suscribo esa forma de hacer activismo. Creo que no es la adecuada en ningún sentido razonable y que deberíamos rechazarla. Así, comparto en gran media la postura de la abogada y activista Lee Hall cuando señala lo siguiente:

«En mi opinión, hay dos importantes tendencias o modas que hacen posible que el gobierno y la industria tengan controlados a quienes defienden a los animales. Una de ellas —que ha sido abundantemente discutida, por supuesto— es la disposición de grupos dedicados a la defensa de los animales a trabajar con acuerdos con las empresas que crían, usan y venden los cuerpos de los animales −comúnmente, ajustes menores en el modo en el que se explota a los animales. La otra tendencia o moda que permite que la defensa de los animales esté bajo control —y esta ha pasado prácticamente desapercibida en la literatura sobre la cuestión— es la disposición de los activistas a aparecer como intimidatorios o peligrosos. Ni quienes tienen actitudes favorables a un cambio social se opondrán a que leyes cada vez más elaboradas sean creadas para controlar a los activistas intimidatorios.»

Por mi parte, tengo tres razones principales para sostener mi postura critica sobre la denomina acción directa. Además de una propuesta alternativa sobre el activismo.

La acción directa es inútil


Hasta ahora no existen pruebas de que la acción directa haya ayudado en nada a reducir, y mucho menos acabar, con la explotación animal. 

Si bien es cierto que la acción directa ha conseguido cerrar algunos centros de explotación —y también es cierto que ha salvado a muchos individuos de la explotación que sufrían—, esta forma de activismo nada ha aportado en la labor de reducir y eliminar el especismo. Mientras en nuestra sociedad exista la mentalidad especista y, como conscuencia, la demanda de productos animales, no importa cuántos centros de explotación animal consiga arruinar los activistas porque tarde o temprano surgirán otros centros en su lugar que satisfagan dicha demanda, la cual volverá a causar más víctimas. Esto se puede ver claramente en lugares como Estados Unidos, donde la industria peletera ha resurgido en los últimos años a pesar de los continuos y diversos ataques de la que es objeto desde hace ya varias décadas por parte del activismo de acción directa.


Por cada negocio especista que se consiga cerrar hoy, mañana abrirá otro para satisfacer la demanda que persiste. Es la demanda lo que causa la existencia de explotación animal. Los carniceros, peleteros, y demás empleados de la explotación animal, no son gente malvada que esclaviza a otros animales por gusto sino que lo hacen porque hay una masiva demanda social que solicita productos animales. La acción directa no aporta nada para erradicar la causa de la explotación animal. Por esto es inútil para ayudar a liberar a los animales.

La acción directa es dañina


Algunos de los animales que son liberados de centros de explotación —como es el caso de visones o zorros— son carnívoros depredadores y liberarlos a su libre albedrío implica siempre que intentarán matar y comerse a otros animales que viven en la naturaleza. Los activistas que los liberan son responsables de que esto ocurra. Ellos son directamente responsables del daño que se cause a esos animales inocentes que no tienen culpa ninguna de que otros padezcan la esclavitud. 

Rescatar animales de forma responsable no consiste sólo en liberar, sino también en responsabilizarse de que lleven una vida digna y no hagan daño a otros.

La mayor parte de los rescates de acción directa conllevan que los no-humanos esclavizados sean liberados en el medio natural, que es desconocido para ellos, lo cual implica que la mayoría morirá al poco tiempo de inanición o accidente, y los que no mueran matarán a otros animales inocentes para poder sobrevivir. Todo esto es responsabilidad de los activistas que llevan a cabo dichas liberaciones. Ellos son los que han provocado esas muertes. Las buenas intenciones son muy loables por sí mismas, pero por sí solas son insuficientes y tampoco justifican una conducta inmoral o un mal resultado.


La acción directa es contraproducente


Quienes estamos en contra de la violencia en el activismo no nos posicionamos de esta manera debido la preocupación por la imagen pública del movimiento animalista sino por la misma razón por la que estamos en contra de la explotación de los animales. No obstante, es cierto que la imagen que tenga del movimiento la sociedad es indisoluble de la probabilidad de éxito que tenga la difusión y asimilación de nuestro mensaje. Y de este éxito depende que los animales sigan siendo explotados y masacrados en el futuro próximo.


Las tácticas de acción directa no sirven para atacar la raíz del problema, que es la mentalidad especista que motiva, permite y justifica el que exista la explotación de los animales en todas sus formas. Dichas tácticas sirven para provocar la criminalización de todo el movimiento animalista por extensión, y para crear una opinión pública negativa acerca de quienes tratan de defender a los animales. 

La acción directa es responsable de fomentar actitudes hostiles en la sociedad a la idea de Derechos Animales y es causa de que existan leyes que criminalizan y castigan a los activistas por la liberación animal. La mayoría de la gente sólo ve robos, ataques a la propiedad y violencia en general en las acciones de los activistas que practican la "acción directa".

La acción directa agrava los prejuicios contra la defensa de los animales, puesto que este tipo de táctica provoca reacciones hostiles en la gente. Eso refuerza los prejuicios en contra de la idea de los Derechos Animales y estimula la creación de leyes represivas contra los activistas que la defiendan. La "acción directa" es contraproducente. 
Así lo resume el profesor Steven Sapontzis:

«Si el “activismo vegano” se refiere a tales actividades como robar animales de granja y sabotear granjas industrializadas, creo que tal activismo tendrá poco efecto positivo. En el área del uso de animales en laboratorios, tales actividades han tenido poco impacto positivo, y no conozco razones para creer que el impacto sería mejor en el área de la ganadería. Tales actividades de liberación son particularmente gratificantes, tanto para aquellos involucrados en ellas y para los abogados defensores de animales que llevan estos casos. Así, ellos levantan la moral y, por supuesto, alivian el sufrimiento de los animales liberados, pero también ellos producen contrapesos negativos, tales como reacciones públicas violentas, multas y prisión.»

En conclusión la denominada "acción directa" resultaría inútil, contraproducente y dañina. No soluciona el problema del especismo, sino que incluso lo agrava todavía más puesto que pone a la opinión pública en contra de los animalistas, y además perjudica a muchos animales inocentes que no tienen culpa de que otros estén esclavizados.

Por supuesto, ni siquiera dudo de que los activistas tengan buenas intenciones. Mi análisis no pretende juzgarlos a ellos ni a su conciencia, sino solamente enjuiciar ese tipo de acciones que llevan a cabo, con el fin de hacer ver el aspecto negativo que tienen. 


La solución es el veganismo

¿Queremos simplemente dedicarnos a atender las consecuencias de un problema o queremos solucionarlo de raíz? Si lo que queremos es una manera correcta y efectiva de acabar con la explotación animal podremos encontrarla en la iniciativa de concienciar a la sociedad para que comprenda que explotar animales está mal y deje de hacerlo. Esto se consigue mediante la educación vegana, y entiendo que es ahí donde deberíamos centrar nuestros esfuerzos si queremos que haya un cambio real en nuestros valores morales y nuestra relación con los demás animales.


La manera más ética y eficaz de salvar animales consiste en conseguir que el veganismo crezca y se difunda en la sociedad. Esto no lo vamos a conseguir si la gente piensa que queremos imponer nuestras ideas por la fuerza y no por la razón y que pedimos respeto pero no aplicamos ese mismo principio a nuestros acciones.

El mejor activismo es pues el activismo correcto y efectivo. El activismo basado en la educación creativa y no-violenta. El activismo que va a la causa del problema, incidiendo directamente en las conciencias y el corazón de la gente. El que establece un cambio profundo y duradero en nuestra forma de sentir, de pensar y de actuar; y que es la necesaria e imprescindible base para conseguir una evolución moral positiva en nuestra vida y en la de otros. Así lo explica la escritora y activista Joan Dunayer:

«El especismo es la raíz de todos los abusos con que los defensores de los no-humanos buscan acabar. Necesitamos escribir y hablar en contra del especismo. Una vez la gente reconozca la inherente crueldad e injusticia del especismo, no habrá mayor necesidad de argumentar punto por punto cada cosa. Hasta que no reduzcamos el especismo en la sociedad, seguiremos tratando los síntomas en vez de curar la enfermedad. Al final, sólo un descenso sustancial del especismo puede emancipar a los no-humanos.»

Tanto si el objetivo consiste en ayudar a los animales concretos como en acabar con la explotación animal en sí, me parece evidente que ambos puntos no se cumplen, sino que incluso a menudo se contradicen con las consecuencias reales de la táctica de acción directa. Por eso, creo que haría falta cierta reflexión por quienes son partidarios de esta forma concreta de abordar un problema tan grave que nos atañe a todos, y especialmente a las víctimas de la explotación animal.

Salvar vidas no justifica hacer cualquier cosa, sin importar cuanto se apasione uno con esa idea. Si queremos salvar a todas las víctimas del especismo entonces deberíamos informar, concienciar y educar a la población para que comprenda y rechace voluntariamente la explotación animal. Por ello, la educación vegana es lo que salva a las víctimas sin perjudicar a otras. Éste es el camino que conduce a solventar la raíz del problema y que no se limita a tratar sus consecuencias.


Podemos elegir poner en práctica la educación vegana ya mismo en lugar de gastar inútilmente nuestros esfuerzos en algo que no ayuda a conseguir la liberación animal.


22 de julio de 2011

Personas




El concepto de persona se aplica en diferentes ámbitos —legal, ético, moral, científico— y en cada uno de ellos tiene significados diferentes, aunque relacionados, que conviene no confundir para poder entender de qué estamos hablando en cada caso.


Es cierto que a nivel legal los seres humanos son los únicos animales considerados como personas. Pero esta exclusividad es básicamente un reflejo de la mentalidad especista que predomina en nuestra sociedad, y no algo que se pueda justificar racionalmente en términos morales. Tal y como explica Diana Londoño Grisales:

«No existe ningún impedimento desde la teoría jurídica para que los animales no humanos sintientes sean reconocidos como personas y se les concede derechos acorde con sus necesidades.»

Si acudimos al diccionario en busca del termino persona nos encontraremos con que las definiciones lo convierten en sinónimo de ser humano. Pero esto no nos dice nada acerca de la validez de extender el concepto a otros animales pues lo único que hace el diccionario es recoger el uso aceptado y habitual de una palabra, y es obvio que en el contexto de una sociedad especista lo que hará el diccionario será recoger definiciones sesgadas por el prejuicio del especismo. Ocurriría lógicamente lo mismo si viviéramos en una sociedad racista o sexista.

El diccionario no establece las definiciones; sólo se limita a recoger los usos habituales de cada término según el uso de los hablantes. En nuestra sociedad sólo se considera personas a los humanos, debido al prejuicio especista, pero no hay una razón objetiva que justifique discriminar a los demás animales de la categoría de persona.

En otras épocas no muy lejanas —incluso hoy en día en ciertos contextos— era algo normal el considerar que sólo determinados humanos fueran considerados personas, mientras que al resto se les consideraba inferiores y se les negaba la condición de personas, para rebajarlos a la categoría de objetos y propiedades —como sucedía en el caso de las mujeres. Esta discriminación injusta estaba basada, según fuera el caso, en motivos sexistas, raciales, religiosos o de nacionalidad.

Pero no sólo algunos humanos fueron excluidos de la categoría de persona, sino también el resto de animales que no eran humanos. Por desgracia, esta concreta discriminación basada en la especie no ha cambiado prácticamente en nada a nivel moral y legal en la actualidad, mientras que, dentro del contexto humano, sí se han conseguido avances en la erradicación de prejuicios como el racismo o el sexismo.

Afirmar, por ejemplo, que las mujeres o los negros no son personas sería cometer una falsedad puesto que las leyes los reconocen como tales, pero la cuestión más fundamental es que aunque la ley no los reconociera como tales, a nivel neurobiológico sí serían personas, sin importar lo que dijera al respecto la cultura o la legislación.

Del mismo modo, podemos tener por seguro que los demás animales —los animales que no son humanos— son personas. Así lo confirma la ciencia actual a través de numerosos y variados estudios en donde se demuestra que los demás animales comparten todas las características básicas que son propias de la personalidad, y que ninguna de éstas es exclusiva de los seres humanos.

Una vez que reconocemos que los demás animales, y no sólo los humanos, poseen personalidad, debemos tener en cuenta este hecho a la hora de fundamentar nuestra ética de forma racional.

La idea de extender el concepto de personalidad a otros animales aparte de los humanos no tiene nada de novedoso y es algo que se comenzó a discutir hace varias décadas. El problema es que tanto la comunidad científica, como la académica filosófica, asocian habitualmente este estatus de persona con la capacidad de inteligencia. En cambio, la filosofía de Derechos Animales lo relaciona de manera directa y exclusiva con la sintiencia —la capacidad de sentir.

Considero que la característica que otorga relevancia moral a los animales es el hecho de que son seres sintientes, ya que es la sintiencia el aspecto biológico moralmente relevante. Y especifico esto porque hay que tener en cuenta que no todos los humanos, ni todos los animales en general, son automáticamente personas.

Para aclarar el punto anterior pondré ejemplos. El caso de un embrión es bastante significativo puesto que se trata obviamente de un animal, pero al carecer de la capacidad de sentir no se le puede considerar éticamente como una persona. Un caso similar sería el de un animal que ha perdido la sintiencia debido a un daño grave en su sistema nervioso. Un cadáver es un animal, pero no siente, luego no es una persona.

Si reconocemos que todos los animales que poseen capacidad de sentir son, cada uno de ellos, seres conscientes que poseen intereses propios, entonces deberíamos considerarlos como personas, es decir, seres con valor inherente y derechos inalienables, sin hacer injustas discriminaciones entre ellos basadas en características que en nada afectan a la capacidad de sentir, como son la raza, el sexo o la especie. Así lo señala el profesor Gary Francione:

«Los grandes simios no humanos y todos estos otros no humanos son, de la misma manera que nosotros, sintientes. Son conscientes; tienen conciencia subjetiva, tienen intereses, tienen capacidad de sufrir. Ninguna otra característica, más allá de la sintiencia, es exigida para ser una persona.»

Los demás animales también son personas, pero no porque se parezcan a los humanos, sino porque sienten y son conscientes de sí mismos.

Los humanos somos animales y somos personas. Los demás animales no son humanos pero sí son personas. Ellos son individuos conscientes de sí mismos y de lo que les sucede, y lo que les sucede les importa. Negar que los demás animales son personas no es más que otra consecuencia del prejuicio especista.

El prejuicio del especismo permite y promueve que a un individuo de otra especie, sólo por ser de otra especie, lo consideremos como si fuera algo —una cosa, un mero recurso, un medio para nuestros fines. Esto es el origen de la esclavitud.

La esclavitud significa tener como propiedad a un individuo, a una persona. Por eso no se puede esclavizar ni a las plantas ni a los minerales porque no son alguien, carecen de conciencia, mientras que los animales sí lo somos. La única característica relevante para que un ser sea considerado como un sujeto es la sintiencia.

No habría un término medio entre cosa y persona. O eres una cosa o eres una persona. O se te considera de una manera o de otra. Del mismo modo que no hay términos medios entre estar vivo o estar muerto.

El absolutismo conceptual no es intrínsecamente erróneo, aunque se suela utilizar a menudo como descalificativo, al igual que ocurre con otros términos como radicalismo —ir a la raíz del asunto— que en sí no tienen nada de malo sino más bien lo contrario. Ser absolutista respecto del rechazo de la explotación animal, del asesinato, la tortura, la violación sexual, no sólo me parece razonable sino la única postura razonable.

En el mundo real en el que vivimos, o te consideran una persona, y te respetan como tal, o te consideran una cosa —un mero recurso, un medio para conseguir ciertos fines. Teniendo en cuenta que no existe una categoría intermedia entre ambos conceptos, cualquier posición que trate de mediar entre ambas tendrá que inclinarse necesariamente por una de ellas. Un buen ejemplo de ello es la regulación de la explotación animal impulsada por el pensamiento bienestarista. Los animales son considerados como cosas a pesar de que se les reconoce que pueden sentir y sufrir. Sin embargo, este reconocimiento no impide que se les trate como objetos para que sus propietarios obtengan un beneficio de ello.

Respetar a los animales como personas implica que no debemos explotarlos, no debemos consumir nada que implique su explotación: consumir sus cadáveres o secreciones como alimento o vestimenta o cualquier otro uso. No sólo porque colaboraríamos económicamente con su explotación, sino también porque aunque no fuera así, deberíamos vivir una vida que no dependa, al menos en sus aspectos esenciales, de cosificar los demás animales como recursos para los humanos.

Resulta inevitable que si dependemos para vivir de los otros animales —de lo que podamos obtener de sus cuerpos o de su esfuerzo— tenderemos a someterlos y cosificarlos para conseguirlo. Por tanto, si queremos vivir respetándolos es imperativo que no dependamos de ellos, y construyamos una sociedad basada exclusivamente en recursos minerales, vegetales y sintéticos. Podemos construir una sociedad justa y respetuosa con todas las personas: una sociedad vegana.

18 de julio de 2011

Un fraude in-vitro



Cada cierto tiempo aparece en los medios informativos la noticia de que se está logrando progresos en conseguir que exista carne animal producida en laboratorio.

Personas concienciadas sobre la cuestión moral de los animales creen que esta técnica puede servir para evitar que la gente no consuma carne proveniente de granjas industriales y así se reduzca la explotación animal necesaria para obtenerla.

Sin embargo, considero que esa creencia es errónea a varios niveles. Según lo veo yo, la carne in-vitro no sería en realidad la solución a nada.

La carne in-vitro es inmoral

En primer lugar, este producto necesita animales no humanos para ser utilizados en su producción. Para la producción de carne de laboratorio es necesaria la existencia de una reserva de animales no humanos esclavizados para poder extraerles células periódicamente con las que cultivar su carne. La clonación de células madre es una técnica muy limitada, así que se requiere extraer de forma rutinaria células de los individuos.

El proceso de producción de carne in-vitro necesita que sigan existiendo animales esclavizados para su producción. Aunque quizás fuera menos malo que haya miles de esclavos en lugar de millones de esclavos, esto no quita el hecho de que sigue habiendo víctimas. Apoyar una iniciativa como la carne in-vitro es apoyar la explotación animal.

Es cierto que el uso de animales en la alimentación es el más numeroso de todos, pero todas las víctimas de una misma injusticia merecen la misma atención sin importar si su explotación es masiva o no.

Enfocarnos exclusivamente en el uso de animales para producir carne es incurrir en la falacia vegetariana: una falacia que consiste en creer que la carne es el problema más importante. Esto es un prejuicio injustificado que no sólo ignora el resto de la explotación animal [lácteos, huevos, vestimenta, experimentación, entretenimiento] sino que también ignora la misma causa esencial del problema —el prejuicio que considera aceptable que utilicemos a otros animales para nuestro propio beneficio: el especismo.

La cuestión de fondo no está la forma en que se explota a los animales, ni el número de explotados, sino que es el hecho mismo de que explotemos a otros animales. La explotación es en sí misma inmoral, aparte de lo cruel o masiva que sea. Del mismo modo que la violación sexual es en sí misma inmoral, y totalmente rechazable, independientemente de la crueldad con que se cometa o del número de víctimas que cause.

La carne in-vitro es innecesaria

Dejaré a un lado el hecho de que que no se ha podido demostrar todavía que la carne de laboratorio sea un producto económicamente viable, después de varias décadas lapidando tiempo y dinero en algo que además es innecesario e inmoral.

Parece que nos olvidamos de que ya existe la carne vegetal, entre otros muchos productos aptos para veganos, la cual es perfectamente apta para el consumo y económicamente asequible. Por lo tanto, toda la iniciativa de la carne in-vitro me parece no sólo problemática desde el punto de vista moral sino que además le quita atención y recursos a los productos veganos, como la carne vegetal, no que implican explotar a los animales.

Los productos veganos pueden competir efectivamente en el mercado, y de hecho ya lo están haciendo, aun teniendo en cuenta que su cuota de mercado es todavía muy pequeña. Según vaya aumentando la demanda, su competividad será cada vez mayor y más eficiente.

Por otra parte, los alimentos veganos también puede competir en sabor con los que no lo son. Hace ya bastantes años que soy vegano y ni siquiera echo de menos lo que antes comía proveniente de animales. Lo cierto es que ahora disfruto mucho más de la comida, gracias a la cantidad de alimentos y sabores nuevos que he conocido. Y tengo constancia de que no soy el único, ni mucho menos, al que le ocurre lo mismo.

Lamento que la visión de algunas personas sea tan limitada como para creer que los alimentos veganos no pueden competir en todos los aspectos con los productos de la explotación animal. También es de lamentar que prefieran apoyar la carne de laboratorio, que implica explotación animal, en lugar de apoyar los productos veganos como la carne vegetal que pueden sustituir la carne animal en todos los sentidos.

La existencia de productos veganos que pueden sustituir y mejorar en todos los aspectos a los productos de origen animal no será un factor que motive a eliminar la explotación animal, porque esta eliminación depende de nuestra voluntad de respetar a los animales, pero sí será un elemento que ayude a facilitar la transición a una vida sin explotación animal.

No necesitamos comer animales, por tanto, todo el daño y sufrimiento que les causamos por este motivo, por pequeño que fuera, es innecesario y gratuito.

La carne in-vitro es perjudicial

Si nuestra intención es fomentar el veganismo entonces apoyando la carne de laboratorio estaríamos haciendo todo lo contrario.

Al apoyar la carne de laboratorio estaríamos fomentando la explotación animal; estaríamos fomentando la idea de que está bien explotar animales; estaríamos reforzando la creencia de que necesitamos consumir animales para vivir. Así promovemos la idea de que está bien vivir ignorando el veganismo.

Al apoyar la carne de laboratorio hacemos un daño terrible al veganismo y a todos los esfuerzos que ponemos en promoverlo.

Algunas personas creen que la concienciación moral no puede tener éxito en conseguir cambiar la mentalidad especista imperante en nuestra sociedad. Pero pienso que no debemos generalizar equivocadamente acerca de lo que la gente siente y piensa.

La gran mayoría de las personas que conozco están preocupadas por la situación de los demás animales y son perfectamente capaces de darse cuenta de la injusticia que estamos cometiendo. Otra cuestión distinta es que les falte motivación para cambiar, o estén condicionados por la inercia social y la educación que han recibido.

Tengo constancia de que todos los días hay gente planteándose el veganismo o directamente haciéndose vegana. El veganismo se está convirtiendo en una creciente realidad social, como pueden atestiguar las personas que más años llevan involucradas en el activismo.

Por supuesto, nadie cree que todo el mundo se vaya a hacer vegano. Del mismo modo que hoy en día no todo el mundo está en contra de la pederastia —si fuera así ésta no existiría.

No me parece casualidad que quienes apoyan iniciativas como la carne in-vitro tengan una postura claramente pesimista respecto del éxito del activismo de concienciación social, a pesar de que la realidad contradice ese pesimismo.

Resulta razonable suponer que una gran mayoría de personas se harían veganas en el futuro próximo —gracias al activismo educacional— y con ello se conseguirá que la explotación animal deje de existir como actividad institucionalizada y socialmente aceptada. Lo mismo que ocurre hoy en día con actividades como la esclavitud humana o el asesinato. No necesitamos que todo el mundo se haga vegano para abolir la explotación especista sino que sólo es necesario que sea vegano un porcentaje determinado de la población para conseguir progresivamente dicha abolición.

Creo que nos equivocamos por completo si creemos que la gente no tiene conciencia moral. ¿Acaso no la tenemos nosotros? Las encuestas señalan que la mayoría de la gente tiene una preocupación moral por los otros animales. El problema es que las organizaciones animalistas han estado durante dos siglos lanzando un mensaje sobre regular las condiciones de la esclavitud en lugar de abolirla. Los animalistas han sido hasta ahora una parte del problema y nunca la solución a la injusticia que padecen los no-humanos.

Se supone que la gente que apoya este proyecto de alguna manera le importan o le preocupan los animales no humanos. Si es así, entonces lo que esa gente que todavía no es vegana debería hacer es elegir el veganismo y promoverlo. Lo que no deberían hacer es apoyar proyectos que explotan animales.

También hay unos cuantos grupos y personas que se dicen "veganas" y están apoyando la carne de laboratorio, aun a sabiendas de que implica explotar animales, porque alegan que esto supuestamente podría "reducir el sufrimiento". Pero no son veganos sino bienestaristas. La organización bienestarista PeTA es uno de los ejemplos más notorios.

El fin no justifica los medios. No importa qué supuestas consecuencias podamos conseguir a costa de esclavizar y asesinar a inocentes. No hay justificación moral que excuse de cometer un crimen.

Los partidarios del uso de animales para experimentación argumentan —igual que los defensores de la carne de laboratorio— que ese uso puede servir para "salvar vidas" o para "reducir el sufrimiento". De hecho, la carne de laboratorio es una forma de experimentación con animales. Defender la carne de laboratorio es defender la experimentación sobre animales en particular y la explotación de animales en general.

El consecuencialismo —la idea de que los fines justifican los medios y que los medios pueden ser incoherentes con nuestros fines— es una ideología que sirve para justificar cualquier crimen con la excusa de que se pretende lograr un supuesto noble fin. Los medios que utilicemos deben ser coherentes y ajustados al mismo criterio ético que los fines.

La solución es el veganismo

En definitiva, podemos comprobar cuan absurdo resulta que se estén gastando recursos en un proyecto que además de inmoral es innecesario y dañino.

Considero que no hay nada positivo ni bueno en esa iniciativa. No sólo no es ninguna solución al problema de la explotación animal, sino que además distrae la atención del verdadero problema: la mentalidad especista que justifica la explotación sobre los animales no humanos.

Si el problema está en nuestra forma de pensar acerca de los demás animales entonces podremos concluir que es en el activismo educacional en donde deberían enfocarse nuestros recursos con el fin de cambiar dicha mentalidad.

Si queremos eliminar la explotación animal entonces la opción ética y efectiva es la educación vegana; así como apoyar las alternativas prácticas a la explotación animal con el objeto de lograr que cada vez haya menos excusas válidas para seguir intentando justificar la utilización de animales no humanos.

15 de julio de 2011

Podemos y debemos detener la injusticia




Les invito a todos, si no lo han hecho ya, a ver este vídeo donde se explica resumidamente la violencia y esclavitud que estamos cometiendo diariamente contra los demás animales.






Si de verdad nos importan los animales, y nos tomamos en serio sus intereses, entonces dejaremos de comerlos, de vestirnos con trozos de sus cuerpos, y, en general, de utilizarlos para nuestro beneficio.

La violencia contra los animales tiene directamente que ver con lo que nosotros hacemos y consumimos. Podemos eliminar al menos gran parte de esa violencia con una decisión fundamental: hacernos veganos.

Todos podemos y debemos detener esta injusticia, y toda injusticia. Podemos y debemos asumir el veganismo como nuestra moral y nuestra forma de vida, y educar a todos para que hagan lo mismo.


7 de julio de 2011

Steven Pinker y el declive de la violencia



Hace unos días aparecía en el programa de divulgación Redes un capítulo dedicado a la cuestión de la violencia. Su visionado es especialmente recomendable para todos, y especialmente para quienes son conscientes del grave problema que es la violencia.

Aun después de ver el programa y comprobar que sus argumentos parecen convincentes podemos preguntarnos: ¿realmente ha declinado la violencia?

Hay que tener en cuenta que el análisis que hace Steven Pinker se limita a la violencia entre seres humanos; más concretamente a la violencia entre colectivos humanos: tribus, comunidades, naciones o la violencia interpersonal, pero no tiene en cuenta la violencia del ser humano contra otros animales.

Esta última forma de violencia no parece que haya disminuido sustancialmente. De hecho, en número de víctimas ha aumentado gravemente, a la par que ha aumentado el número de la población humana y la industrialización de la explotación animal. Los seres humanos seguimos utilizando a los demás animales para todo tipo de fines desde alimentación hasta entretenimiento, y el número de víctimas de animales esclavizados y asesinados asciende a miles de millones cada año.

Creo que sería algo bueno reflexionar acerca del hecho de que no solamente los seres humanos son víctimas de la violencia sino también otros animales. Si entendemos que no está bien hacer a otros lo que no deseamos para nosotros mismos; es decir, oprimir, agredir o quitarle la vida a otro humano, también podremos ver que además de los humanos los otros animales tampoco quieren ser sometidos, ni dañados, ni que destruyan su vida.

Tal vez el prejuicio más arraigado en la mente humana es la idea de que somos esencialmente diferentes y superiores a los demás animales y que tenemos el derecho de utilizarlos para nuestro beneficio, es decir, el antropocentrismo. No sólo el más arraigado sino también el más inadvertido puesto que realmente muy pocos se lo han cuestionado seriamente.

Durante un segmento de la conversación, Punset comenta que le resulta curioso que la reducción de la violencia en la sociedad humana no haya venido acompañada de un aumento paralelo del vegetarianismo. Pinker replica que preocuparse por el bienestar los animales no conduce necesariamente al vegetarianismo porque aunque nos hagamos vegetarianos las otras personas seguirán comiendo animales y podemos mejorar el bienestar de los animales mediante regulaciones que aseguren una cierta calidad de vida y una muerte indolora. 

Planteemos esas réplicas al contexto humano: ¿no es acaso nuestra obligación moral respetar a los seres humanos aunque haya otros muchos humanos que no lo hagan? ¿Acaso no es nuestra obligación moral respetar a las mujeres aunque haya otros muchos que abusen de ellas? La objeción de Pinker resulta éticamente absurda, pues está alegando que está bien cometer un mal simplemente porque hay otros muchos que lo cometen. Aparte del hecho de que todos los cambios sociales comienzan siempre por un puñado de personas antes de convertirse en movimientos masivos.

Por otro lado, si no existe ninguna razón ni necesidad que justifique utilizar de alimento a los animales entonces preocuparnos por la condición en que los utilizamos y los matamos no resuelve el problema moral de que estamos infligiendo daño a los animales injustificadamente. Extrapolemos una vez más el caso al contexto humano: ¿es correcto utilizar de comida a seres humanos si nos preocupamos por proporcionarles unas condiciones confortables y una muerte indolora?

Pienso que hay que tener en cuenta que la violencia no se limita solamente a la agresión física. El hecho de tratar a un individuo como si fuera una cosa, como un simple medio para conseguir nuestros fines, también es violencia puesto que es una violación del respeto que merece como persona.

Para terminar, me gustaría comentar un último detalle. Durante el programa se dice que Inglaterra ha prohibido la caza del zorro. Pero eso es falso. Lo único que se ha prohibido es cierto uso de perros en dicha práctica, pero la caza del zorro sigue existiendo y es completamente legal. Se puede ver que la legislación al respecto dice claramente que la caza es legal mientras no se utilicen a perros para ciertos cometidos, tal y como comprobarse en la siguiente noticia
«La ley prohíbe el uso de perros en las capturas, aunque pueden emplearse para seguir el rastro de la pieza.»
He encontrado un vídeo del 2008 donde se puede ver a unos activistas en Inglaterra salvando a un zorro de ser apresado. ¿Pues no decían que la habían prohibido?

Es decir, todo sigue igual salvo que no se pueden utilizar perros denominados "de presa" pero sí los "de rastreo". Se trata por tanto de un fraude moral y práctico, como son todas las leyes que regulan la explotación de los animales.

Como señalé anteriormente, la violencia no se refiere sólo a la agresión física, sino también al hecho de cosificar a seres sensibles. Asimismo, también existe otra versión de la violencia que consiste en la violencia contra la verdad, esto es, la mentira. Puede que esto se deba una confusión. Pero no es poco habitual el encontrarnos con el hecho de que se manipula o tergiversa la verdad con el objeto de lograr ciertos fines.