23 de octubre de 2016

Veganismo en la Antigüedad



En esta entrada me gustaría aportar algunas evidencias sobre la existencia de ideas similares o equivalentes a lo que hoy en día denominamos veganismo en un sentido ético. Aunque el veganismo existe de una manera más o menos formal sólo a partir del año 1944, podemos encontrar testimonios anteriores en el tiempo a esa fecha que coinciden con lo que el veganismo pretende expresar. En esta ocasión me limitaré al periodo que conocemos como la Antigüedad.

Debo aclarar que no trataré aquí sobre el vegetarianismo, porque el vegetarianismo es otra cosa muy distinta, así que obviaré testimonios sobre dietas que excluyen la carne animal. Tampoco me referiré en general a escritos sobre la moralidad en nuestra relación con otros animales, es decir, no pretendo recopilar lo que cualquier pensador dijera sobre el estatus moral de los animales no humanos en la Antigüedad. Por eso no hablaré sobre Aristóteles, quien trata de justificar una jerarquía moral entre los humanos y otros animales —así como una jerarquía moral entre seres humanos y expone una apología de la esclavitud.

Lo que me interesa descubrir aquí es si en dicha época hubo personas que comprendieron y defendieron que los demás animales no deben estar sometidos a la voluntad humana, ni ser usados como recursos para el beneficio humano, y que tienen un derecho moral a vivir su vida en libertad. Esta idea es a lo que se refiere el veganismo

Hasta ahora sólo he encontrado a un autor que defendiera una idea que sí se asemeja al veganismo: Porfirio. Dejando a un lado determinados textos, en los que parece que se cuestiona de manera puntual la dominación humana sobre otros animales, sólo en Porfirio aparece una argumentación razonada y sistemática a favor de respetar moralmente a los otros animales.

Si bien es cierto que existen precedentes en diversos autores anteriores que abogan de algún modo por considerar a los otros animales y defienden el vegetarianismo, sucede que sus ideas están insertas en doctrinas religiosas o místicas que no reconocen un valor inherente a los animales.

Antes de Porfirio, la primera vez que aparece una filosofía que defiende una consideración hacia los demás animales por sí mismos es en la obra de Plutarco, quien argumenta la consideración a favor de los animales por su propia naturaleza y no por razones extrínsecas a ellos, ya fueran la supuesta existencia de un alma o de un determinado orden cósmico. Según explica María Luisa Bacarlett Pérez en su artículo «Plutarco y los animales»:

«La naturaleza misma ha puesto en cada ser lo propio para “perseverar en su ser” y en éste la sensación resulta insuficiente. Si cada animal ha de perdurar en su ser, la sensación tendrá que ir siempre de la mano de la capacidad de discernir lo grato de lo doloroso, lo placentero de lo displicente, lo beneficioso de lo perjudicial. En suma, de acuerdo con Plutarco, no es posible en absoluto la sensación sin el concurso del pensamiento; los animales no sólo sienten, también recuerdan lo sentido, lo procuran si fue grato, lo evitan si fue desagradable, muestran expectativa o temor frente a los eventos, huyen si es necesario.»

Es cierto que Plutarco se centra en el consumo de carne, pero partiendo de sus argumentos se podría derivar lógicamente que también debemos rechazar cualquier daño innecesario sobre los animales. Entiendo que Plutarco se enfoca en el consumo de carne de la misma manera que cualquiera que piense que los humanos merecen respeto moral denunciaría en primer lugar el canibalismo por ser un ejemplo extremo de la falta de consideración por los seres humanos. Sin embargo, Plutarco acepta que los animales sean usados para beneficio humano dentro de unos límites que excluyeran sufrimiento y muerte sin necesidad. Es decir, Plutarco representaría el ideal moral que denominamos como principio de trato humanitario, el cual no rechaza en principio el uso de animales en sí mismo pero sí se opone a cualquier acción que implique imponer daño y sufrimiento sobre ellos que no se pueda justificar estrictamente apelando a la necesidad. Así resume Gabriel Laguna la postura de Plutarco:

«El De esu carnium se engloba en un subgrupo de tratados morales plutarquianos que reivindicaban la existencia de raciocinio en los animales, junto al De sollertia animaliumBruta animalia ratione uti. En estas tres obras Plutarco argumenta, en contra de los estoicos, que los animales también tienen raciocinio, además de sensibilidad y de capacidad de sufrimiento, lo que los hace, en definitiva, acreedores a la justicia, es decir, sujetos de derecho. Esta concepción redunda en el imperativo ético de que el hombre respete a los animales, no les cause sufrimientos innecesarios y, consiguientemente, se abstenga del consumo de su carne.»

Para acercarnos al ideal del veganismo tenemos que avanzar un poco en el tiempo y encontrarnos con los textos de Porfirio. Este filósofo expone sus ideas acerca de nuestra relación con los demás animales principalmente en la obra «Sobre la abstinencia», Este tratado es, junto con Sobre el consumo de carne de Plutarco, el más sólido texto filosófico de la Antigüedad grecolatina contra el consumo de carne animal y en defensa del vegetarianismo por motivos éticos. Porfirio sostiene que comer carne constituye un grave delito pues requiere dar muerte a seres inocentes dotados de vida, sensación, memoria e inteligencia como nosotros, y que están emparentados con nosotros. Los humanos han justificado el matar animales afirmando que pertenecen a especies inferiores carentes de racionalidad; Porfirio responde que el grado de racionalidad que se posea o el uso de diferentes formas de lenguaje no son características moralmente relevantes que justifiquen poder matar a los animales para comerlos.

Porfirio habla de abstinencia no en un sentido ascético sino en un sentido moral. Así podemos afirmar que debemos practicar la abstinencia de cometer asesinatos, violaciones o canibalismo. Porfirio señala que nuestra moralidad debería incluir a los demás animales y no sólo a los humanos, por una cuestión de justicia:

«Y una vez que esto se considera una injusticia, que no se haga uso de la leche, de la lana, de los huevos, ni de la miel. Porque del mismo modo que se delinque quitándole el vestido a una persona, otro tanto ocurre al esquilar una oveja, pues la lana es su vestido. Tampoco la leche va destinada a nosotros, sino a los retoños recién nacidos y la abeja recolecta la miel como alimento especifico suyo que se lo quitamos para deleite nuestro.» [Sobre la abstinencia - Libro I]

Porfirio aclara, entre otros puntos, que respetar a los animales no implica dejarse matar por ellos en caso de conflicto, de la misma manera que respetar a los humanos no implica dejarnos matar por ellos si nos atacan. Según concluye Pablo Sánchez de Mayo en su tesis doctoral:

«En definitiva, Porfirio, apoyándose en los argumentos que anteriormente habían dado otros autores, que demuestra conocer muy bien, realiza una extensa argumentación dedicada no sólo a defender la abstinencia de carne sino la racionalidad de los animales y, como consecuencia de esto, su consideración moral y la no legitimidad del hombre de utilizarlos para su provecho; sus argumentos se enmarcan así en el ambiente neoplatónico y en confrontación ideológica con los estoicos.»

Este ensayo no pretende ser exhaustivo sino meramente ilustrativo. Las ideas de Porfirio sobre esta cuestión merecen sin duda un estudio más detallado y específico, pero esto excedería el sentido divulgativo que tiene este blog. Por si acaso, este artículo en inglés que comenta detalladamente los pensamientos de Porfirio sobre nuestra relación moral con los animales, para quien tenga interés en consultarlo.

En definitiva, podemos comprobar que la ética del veganismo no es algo nuevo ni es una 'moda' sino que es el reflejo de un intuición moral innata que se manifestó en épocas anteriores y que es consecuencia de la empatía y el reconocimiento de los otros animales como individuos que poseen un valor inherente.

10 de octubre de 2016

Jesús Mosterín: Contra los animales y el respeto moral



Parece ser que Jesús Mosterín ha tenido a buenas obsequiarnos con otra entrevista, cuyo autor ha titulado: «Jesús Mosterín: Animales, respeto moral y compasión». Yo considero que habría sido más correcto titularlo de otra manera, como explicaré a continuación.

Las ideas de Mosterín acerca de nuestra relación moral con los demás animales ya las había comentado en un artículo anterior referido al tema de la tauromaquia, pero creo que es conveniente continuar analizando su posición, en tanto que refleja una forma de pensar muy extendida en nuestra sociedad.

Mosterín comienza la entrevista diciendo lo siguiente:

«El respeto moral, en general —no sólo hacia los animales, también hacia las mujeres o hacia los extranjeros— es reciente en el mundo occidental, cosa de los dos últimos siglos. Incluso la oposición a la esclavitud es reciente, empezó también hace unos dos siglos.»

La creencia de que debemos tratar a otros animales con respeto moral —esto es, que debemos respetar a los individuos animales y sus intereses como fines en sí mismos y no como medios para nuestros fines— no es reciente. Esta idea se puede remontar a los escritos de Plutarco y de Porfirio en la época de la Antigua Roma. En principio da la impresión de que no vamos a aprender mucho leyendo esta entrevista.

Lo que es reciente es que esta idea se difunda en la sociedad de forma masiva como está sucediendo ahora mismo. Esto ha ocurrido en gran parte gracias a la existencia de Internet, que ha permitido la libre difusión del veganismo y la filosofía de los Derechos Animales, saltando la censura impuesta por los círculos intelectuales, los medios informativos y, también, por los propios grupos animalistas que nunca tuvieron intención de que se cuestionara el especismo. Ahora la cuestión ya está en la calle y no puede ser ignorada por más tiempo.

Continuando con la entrevista, cuando le preguntan sobre la sintiencia en otros animales, Mosterín parece estar al tanto del dolor de los mamíferos, pero fuera de ahí afirma literalmente no saber nada:

«Respecto al posible dolor de las moscas, me parece que no sabemos nada; yo al menos no sé nada.»

Mosterín no se ha informado sobre la sintiencia en insectos, sobre la cual existen diversos estudios científicos. ¿No sería esto un caso de negligencia? Uno puede señalar razonablemente que no está seguro al respecto, o que no hay una total certeza sobre ello, pero decir que no sabemos nada o que no sabe nada indica que no se ha molestado siquiera en investigar sobre el asunto.

Más adelante, señala Mosterín que la idea de que sólo los humanos importan moralmente es una creencia cuestionable:

«Alguien podría pretender que un hombre, por el mero hecho de serlo, siempre es mejor y más valioso que un miembro de cualquier otra especie. Pero este especismo dogmático y arbitrario es una forma de grupismo tan inaceptable como el racismo, el sexismo o el nacionalismo. La ética racional es universal y tiene que valorar cada acto y cada individuo por sí mismo, en función de sus propias características; no en función del grupo al que pertenezca.»

Por supuesto, no deja de ser irónico que Mosterín denuncie una discriminación moral injusta —el especismo— y al mismo tiempo base su propio pensamiento en dicha discriminación, ya que considera aceptable que los humanos exploten a los demás animales:

«A mí no me escandaliza que la gente coma huevos o incluso carne de pollo, pero sólo a condición de que esos huevos y esa carne proceda de animales que vivan de un modo relativamente natural.»

Bueno, puede que a Mosterín no le moleste, pero ¿y a los animales? Parece que el criterio de Mosterín no se basa en lo que a los animales les importa sino que sólo tiene en cuenta lo que a él le importa. Si a él le molesta determinado abuso —por ejemplo, la tauromaquia— entonces esto está mal pero si otro abuso equivalente no le resulta molesta entonces no está mal. El hecho de que los otros animales deseen continuar existiendo, y no tengan ningún interés en sufrir y morir para ser comidos por nosotros, parece que a Mosterín le resulta irrelevante.

La ideología que aplica Mosterín a nuestra relación con los otros animales es lo que denomino como bienestarismo. Esta posición está basada en la filosofía del utilitarismo y determina que los animales no humanos no poseen un interés en vivir o en ser libres sino que sólo es relevante su bienestar, entendido como placer y dolor. En concreto, Mosterín defiende el bienestarismo en su versión clásica [expuesta por Jeremy Bentham] que afirma que sólo se deben prohibir determinadas crueldades consideradas extremas mientras que el resto de la explotación animal puede continuar, siendo reformada en sus condiciones:

«En España, la mayoría de los cerdos viven en condiciones deplorables, y esas explotaciones habría que cerrarlas. Sin embargo, el mejor jamón procede de los cerdos de Jabugo, que viven en semilibertad en las dehesas o grandes bosques de encinas, alimentándose de las bellotas que caen al suelo. Como se mueven mucho, están sanos y contentos y producen buen jamón.»

La industria de explotación animal seguramente agradece sus palabras y su apoyo a Mosterín. Ahora, si los animales estuvieran al tanto de la posición de Mosterín tengo muy serias dudas de que estuvieran de acuerdo con él en la idea de ser usados y matados para comida y otros fines. Si nosotros no estamos de acuerdo en ser tratados de ese modo no hay razón que justifique pensar que los otros animales pudieran estarlo. Ellos desean proteger su vida y evitar el daño, igual que nosotros. Mosterín sólo condena muy determinados abusos, como la tauromaquia, o la caza deportiva, pero no condena el resto de la explotación animal. Sin embargo, el uso de animales para comida, o vestimenta, representa un daño igual de gratuito que la caza deportiva o la tauromaquia.

Si bien todo lo dicho hasta ahora por Mosterín resulta profundamente problemático, todavía quedaba por ver la traca final que nos tenía reservada cuando le preguntan acerca de la postura abolicionista que rechaza las reformas de la explotación animal defendida por el profesor Gary Francione y que se opone al denominado »Bienestar Animal«. Esto es lo que dice Mosterín:

«Algunos veganos extremos, como Francione, hablan y actúan más como las sectas religiosas que como pensadores científicos y racionales. Cuando sostienen que cuanto peor les vaya a los animales de ganadería, tanto mejor para la causa del veganismo, su discurso recuerda demasiado al de los extremistas revolucionarios, que a veces decían que, cuanto peor les fuese a los trabajadores, tanto mejor para la revolución.»

Dejando a un lado lo poco elegante y honesto, por no decir otra cosa, que es acusar a Francione de pretender que los animales sufran, Mosterín demuestra un nulo conocimiento sobre el trabajo de la persona a la que atribuye intenciones indemostradas. Veamos por qué.

El 'Bienestar Animal' no es otra cosa que un sistema para hacer más eficiente la explotación de los animales no humanos para beneficio de los humanos. Éste es su único propósito. El bienestar de los animales es usado como un medio para favorecer la calidad del producto final y la rentabilidad económica de los explotadores. Es decir, el 'Bienestar Animal' es una herramienta para perpetuar la esclavitud animal a gran escala garantizando y mejorando su viabilidad comercial. Por ejemplo, en un artículo veterinario sobre 'Bienestar Animal' podemos leer lo siguiente:

«Durante el sacrificio, los animales están sometidos a una serie de actuaciones que pueden causarles sufrimiento, dolor y miedo. En primer lugar, son colgados por las extremidades posteriores para facilitar la salida de sangre de los vasos sanguíneos. Seguidamente son degollados, lo que provoca un extenso daño tisular en un área con gran cantidad de receptores del dolor. Por último, el rápido descenso de la presión sanguínea durante el desangrado se detecta rápidamente por el animal causándole miedo y ansiedad. Para evitar el dolor y reducir al mínimo el estrés y el sufrimiento es necesario aturdir a los animales para sumirlos en un estado de inconsciencia o insensibilidad antes de matarlos o de manera simultánea.

El sistema de aturdimiento más utilizado en aves es el eléctrico, por inmersión en baño de agua. En este sistema, los animales, aunque conscientes, se cuelgan por las dos patas en una cinta transportadora, con la ayuda de un gancho metálico. La bañera tiene un electrodo en el fondo de la misma longitud que el tanque de agua. Cuando la cabeza del animal, que debe estar completamente inmersa en el agua, entra en contacto con el agua electrificada de la bañera se genera una corriente eléctrica desde la cabeza del animal hasta los ganchos donde están las patas. Con este sistema se pueden aturdir varias aves a la vez.»

Esto es lo que apoya Jesús Mosterín. Esto es lo que rechaza Gary Francione. ¿Quién está en realidad apoyando el sufrimiento de los animales y quién lo está rechazando? Los humanos no necesitamos comer animales, ni tampoco usar animales para vestirnos y satisfacer nuestras demás necesidades vitales. Sin embargo, Mosterín consume animales,  por mero placer y costumbre, mientras que Gary Francione es vegano. Por tanto, ¿quién es el que está en realidad infligiendo un sufrimiento evitable a los animales? Creo que la respuesta es evidente.

Esa acusación contra los abolicionistas no es nueva. Los bienestaristas suelen alegarla cuando intentan atacar a la oposición abolicionista. El activista Dan Cudahy en su artículo «Diez Mitos del Neo-bienestarismo» respondía a dicha acusación de este modo:

«Los abolicionistas nos preocupamos por el sufrimiento de los no-humanos al menos en la misma medida, y probablemente más, que los neobienestaristas. Estamos de acuerdo en que menos sufrimiento es mejor que más sufrimiento. Nosotros simplemente negamos, desde un punto de vista racional y empírico, que el sufrimiento de los no-humanos pueda ser significativamente reducido mediante reformas y campañas bienestaristas en tanto sigan siendo considerados como propiedades legales y mercancías económicas.»

Calificar a los veganos como 'extremistas' por defender la misma postura moral básica que la mayoría de nosotros ya defendemos para los seres humanos —esto es, que nunca es moralmente aceptable tratarlos como objetos, meros recursos, o propiedad de otros humanos— no puede ser otra cosa que un caso claro de especismo: se discrimina moralmente entre humanos y otros animales sólo por ser catalogados en especies diferentes.

¿No resulta evidente que Mosterín asume el prejuicio especista que él mismo denunciaba? Mosterín discrimina a otros animales sólo por no ser humanos y no les reconoce el mismo respeto moral básico que a los humanos. Los demás animales son seres conscientes, son sujetos, y no tienen ningún interés en sufrir y morir para ser explotados por nosotros. Por tanto, no estaría justificado que la especie establezca ninguna diferencia relevante en lo que se refiere a la consideración moral.

Podemos comprobar que Mosterín no tiene reparos en calificar públicamente de asesinos a los toreros, y que tampoco los tiene en apoyar el especismo, la explotación animal, y continuar infligiendo daño y sufrimiento a los animales sin una razón que lo justifique. Los aficionados a la tauromaquia quieren seguir explotando animales para entretenimiento porque les gusta, sin importar que esto significa un daño innecesario e injustificado a los animales. Mosterín quiere seguir explotando animales para usarlos de comida, vestimenta, y otros fines; ignorando que esto conlleva un daño innecesario e injustificado sobre los animales.

¿Qué diferencia relevante hay entre la postura de Mosterín y la de los taurinos que critica? Para los animales, ninguna. En ambos casos siguen siendo explotados, esclavizados y asesinados. Para la ética, ninguna tampoco. En ambos casos tratan a otros animales como objetos y recursos para beneficio humano, discriminándolos del respeto moral sólo por no ser humanos. Esto es especismo.

Por todo esto es por lo que considero que un título más correcto para su entrevista sería »Jesús Mosterín: Contra los animales y el respeto moral«. Por supuesto, mi crítica no es contra Mosterín como persona —debería estar de más tener que aclarar esto— sino sólo sobre sus ideas que he comentado.

Hay posturas que pueden ser consideradas como animalistas en tanto que proponen cierta consideración moral por otros animales pero que en realidad van en contra de los derechos de los animales. Para comprender mejor este problema, puedo sugerir la lectura del artículo «Tres movimientos» en este mismo blog.

3 de octubre de 2016

«En Busca del Veganismo [2]»



Este texto es la continuación de una primera parte: «En Busca del Veganismo [1]». Se pueden leer de forma independiente, pero quizás se entienda mejor habiendo leído la primera parte. Estamos ante un documento clave para conocer la génesis histórica del veganismo como movimiento organizado.

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«En Busca del Veganismo [2]»

Leslie J. Cross

Otoño 1949

!Dejad A Mis Criaturas Marchar!

Esto es un intento de descubrir el principio que se encuentra bajo la etiqueta de "veganismo", así como sugerir un conjunto de palabras que puedan servir como breve definición para describirlo. Debo aclarar que las opiniones expuestas pertenecen a su autor, y no comprometen a la Asociación Vegana ni a ninguno de sus miembros.

La carta publicada en el Vegetarian Messenger en julio de 1943, que comenzaría una correspondencia culminada con la fundación de la Asociación Vegana en noviembre de 1944, estaba referida acerca la oposición moral y compasiva al uso de productos lácteos por parte de los vegetarianos. A los veinticinco miembros de la Asociación Vegana se les escribió: "Hasta donde sabemos, cada miembro de nuestro grupo ha rechazado el uso de lácteos por razones éticas. [...] Nosotros no aceptamos que para obtener una nutrición adecuada sea necesario el transgredir nuestra conciencia." [0]

El pensamiento vegano se desarrolló rápidamente. Los productos elaborados de animales así como la comida derivada de animales se considera "no-vegana". Hubo una tendencia temprana a cuestionar las raíces de la relación entre el hombre y los animales, y a tratar con la causa en lugar de con sus incontables síntomas. No hay evidencia de que el veganismo hubiera sido enfocado a cualquier otra cosa que no fuera la relación entre la humanidad y los animales.

En el artículo anterior, las citas de los primeros números de The Vegan News indicaban que la naturaleza de esa relación era el asunto que concierne al veganismo. Otros textos refuerzan esta idea. "En Dirección Al Veganismo [Donald Watson, 1947] contiene frases como las siguientes: "...el enfoque correcto al problema de la emancipación animal"... "para ser verdaderos emancipadores de los animales"..." Un vegano rechaza la superstición de que la continuación de la existencia humana depende de la explotación de estas criaturas" y "Ha llegado el momento para nosotros de rechazar valientemente la idea de que tenemos derecho a explotar a los animales". Ideas similares se han materializado en el "Manifiesto" sobre el veganismo y en otros escritos. El común denominador en todos estos textos hasta ahora es la convicción de que por el bien de los humanos y sus criaturas semejantes, los animales deben ser liberados de nuestra explotación.

Si la idea vegana está razonada correctamente, el veganismo es por tanto un movimiento de reforma. Si aceptamos esto, sólo hay un paso de simple lógica para deducir que la Asociación Vegana tiene la obligación de definir el veganismo lo antes posible, y promover las reformas que deseamos conseguir. Igualmente tiene la obligación de focalizar sus energías en lograr dicha reforma. La posición en la que se encuentra la Asociación Vegana —sin ningún acuerdo constituyente sobre su propósito que sea vinculante para sus miembros— se explica debido a la naturaleza de su desarrollo hasta el día de hoy. En este sentido, la Asociación se encuentra en una fase de pre-nacimiento. Pero esto no es aceptable como estado permanente, porque una reforma indefinida es una contradicción en los términos.

Es posible deducir a partir de todo lo anterior una serie de observaciones que conducirían a una definición: [1] el veganismo es una reforma; [2] el elemento decisivo es la compasión por los animales surgida acerca del trato que les dan los hombres; [3] el asunto fundamental que le concierne es el punto de encuentro entre el mundo de la humanidad y el mundo de los animales; [4] su existencia presupone que hay un error en dicho punto; [5] su propósito debe ser corregir ese error; [6] el error está intrínsecamente conectado al uso de los animales por parte del hombre —más concretamente, con su hábito de actuar como parásito sobre criaturas vivas que no pueden defenderse de sus intenciones. Cualquier definición de veganismo debe contener estos seis puntos y no quebrantar ninguno de ellos.

Una conjunción de palabras que cumpliría con estos requerimientos es la de que el veganismo es el principio de la abolición de la explotación de los animales por parte del hombre. El aspecto positivo de este enfoque negativo [no-explotación] es el reconocimiento de la libertad —en una palabra, emancipación. Veganismo sería por tanto definido como: "el principio de la emancipación de los animales de la explotación del hombre." [1]

Si bien, aunque tal definición satisface las observaciones expuestas, resulta esencial descubrir si cumple con los requerimientos del sentido común así como de la lógica. De este modo debe ser evaluado respecto de un argumento filosófico general. La principal demanda del conocimiento sobre la humanidad es que debe liberarse a sí misma de las cadenas que la atan a sus deseos menos nobles y reprime su ascenso a estándares más elevados, una visión más amplia, y la consecución de la felicidad. Hay una serie de pruebas que los esfuerzos por la liberación deben superar, y una de las más rigurosas es la conducta de la humanidad sobre quienes dispone de poder. Esto se aprecia de forma aguda en el punto en el que se cruzan el mundo de la humanidad y el mundo de los animales, sobre los cuales ejerce una dominación.

Su conducta hasta ahora revela tendencias que son fuertemente auto-indulgentes a expensas de los animales. Hay un error generalizado de comprensión acerca de que los animales tienen relativamente iguales derechos a todo esto. Su explotación resulta en una innecesaria y generalizada restricción de la libertad natural y en un inevitable final en algún matadero. Esto es cierto para toda forma de explotación, ya sea para las gallinas, los terneros y las vacas. Aunque algunos caballos terminan sus días en "sitios de descanso", esto sólo sucede con muy pocos. La gran mayoría son matados para servir de productos, para piensos o para consumo humano. Asimismo, a las vacas que ya no dan leche no se les permite vivir pensionadas en pastos.

La firme oposición a la explotación —el comercio de carne, la caza, la viviseción, y todo lo demás— necesita ser fundamentada aquí. Sin embargo, debe ser afrontado el hecho de que aparte de reconocer a los animales el derecho —y las facilidades— para retornar a la naturaleza, no hay forma de negar la acusación que hemos expuesto.

Debido a que la emancipación lograría liberar a los animales de su sometimiento y al ser humano de la condición de parásito, y debido a que hacer esto efectivo libera a la humanidad de algunas de las cadenas que lo atan a sus deseos menos nobles, se satisface la demanda de sentido común y de la lógica. Hay al menos otras tres evidencias llamativas que así lo indican. Las dos primeras provienen de una visión amplia acerca de la tendencia general en la evolución humana. Un movimiento para emancipar a los animales debe ser visto como una continuación natural e histórica del movimiento por la emancipación de los esclavos. En segundo lugar, dista mucho de ser improbable que el "camino equivocado" tomado por la humanidad en su evolución fue la esclavización ["domesticación"] de los animales, una proposición ampliamente defendida por el escritor norteamericano Henry Bailey Stevens. [2] En tercer lugar, la emancipación se dirige directamente al corazón del problema que reside en la relación humano-animal, y eliminaría desde su raíz la causa principal de la que provienen todos los nefastos síntomas.

Un punto que debería quedar claro de una vez por todas es que la emancipación de los animales no significa su extinción. Al contrario, esto significa su retorno a la libertad en la naturaleza —un retorno al equilibrio, la salud y la naturalidad. Para algunos animales esto supondría vivir en compañía de humanos, ya que la humanidad es parte de la naturaleza. Para muchos otros esto supondría la eliminación gradual de las condiciones, funciones y dolencias anormales que la "domesticación" les impuso artificialmente al secuestrarlos de su medio natural. La ancestral dominación de los humanos llegaría a su final.

Todavía queda por ver si la Asociación Vegana reconoce la emancipación como nuestro propósito, y si, como es nuestro deber, vamos a introducir este descubrimiento en nuestra Constitución, lo cual no significa que dejemos de interesarnos por cuestiones científicas sobre nuestra dieta, el abono de la tierra, y otros asuntos relacionados. Pero sí significa que, al igual que el navío de Kipling, nos habremos encontrado 'a nosotros mismos'. Habremos descubierto nuestro destino. La cristalización mencionada en mi artículo anterior habrá tenido lugar, y la orientación de nuestros esfuerzos será guiada y enfocada en una dirección con sentido hacia la luminosa estrella, aunque todavía distante, de una destacada reforma mundial.

[0] "The Vegan News,"  Número 1, Noviembre, 1944. Descrito como "La publicación trimestral de los vegetarianos sin lácteos".

[1] Emancipación: la acción de liberar a alguien. Explotación: la acción de utilizar por motivos egoístas. Animales: criaturas sintientes además de los humanos.

[2] "The Recovery of Culture." Henry Bailey Stevens, con prólogo de Gerald Heard. Harper and Brothers, New York, 1949.

Texto original en inglés: «In Search of Veganism [2]»