22 de noviembre de 2017

La metáfora del grifo





Hay dos formas de afrontar un problema: intentar reprimir sus consecuencias o intentar eliminar la causa que lo provoca. En este artículo se intenta explicar, recurriendo al uso de una metafóra, por qué los abolicionistas consideramos que es prioritario centrar nuestros esfuerzos en erradicar la causa de la violencia contra los animales, lo cual eliminaría necesariamente sus consecuencias.

Imaginemos que el problema de la explotación animal es como un grifo que está abierto al máximo y cuya agua fluye a través de un colador. El grifo abierto representa el impulso de explotar a los animales y la corriente de agua representa a la población humana que considera que la explotación de los animales es aceptable y que son moralmente inconscientes acerca del daño injustificado que están infligiendo a los animales.

Ahora, imaginemos también que pretendemos evitar ese chorro de agua tratando de tapar cada agujero en ese colador. A esta forma de afrontar el problema es lo que en el ámbito del activismo denominamos como la campaña monotemática. La campaña monotemática intenta eliminar una determina forma de explotación animal, ignorando a menudo al 99% de los animales explotados que no entran dentro de esa determinada explotación particular.

Cada vez que apoyamos una campaña monotemática estamos centrando nuestros esfuerzos en intentar tapar un agujero de ese colador. Por ejemplo, la campaña en cuestión consigue clausurar algún circo, alegando que “maltratan” a los animales, o consiguen que se prohíban las corridas de toros o impulsan que en China dejen de comer perros. Mientras intentamos tapar un agujero el resto permanecen ignorados.

Ahora, supongamos que con cada “victoria” un agujero en ese colador se cierra. El agua continúa fluyendo casi igual de fuerte ya que la mayoría de los humanos aún piensa que la explotación animal es aceptable, puesto que las campañas monotemáticas no conllevan el mensaje que el uso de animales es lo que está moralmente mal. De este modo, el agua acaba desbordando por nuevas vías de transcurso, es decir, la explotación animal continúa intacta pero en una dirección ligeramente distinta. Así ocurre que se abren nuevos agujeros —nuevas formas de explotación animal— y debido a la misma presión otros ya existentes se van agrandando.

Una forma diferente de afrontar el problema es la educación vegana. A diferencia del activismo monotemático, lo que la educación vegana pretende no es tapar los agujeros del colador sino cerrar el grifo. Piensen en ello. Si tenemos la posiblidad de cerrar el grifo mediante la difusión educativa del veganismo como la única respuesta moralmente aceptable ante el problema de la explotación animal, consiguiendo que la gente reconozca a los animales como miembros de la comunidad moral — como personas no humanas — entonces la abrumadora existencia de muchos agujeros en el colador ya no sería relevante. Al cerrar el grifo, el agua deja de correr y así todas y cada una de las miles de explotaciones particulares que cada campaña monotemática pretendía eliminar una a una ha sido erradicada de forma global.

Por cada nuevo vegano, el grifo es cerrado en una pequena fracción. Ahora, podemos, y debemos, elegir. Los recursos son limitados: el tiempo, dinero y energía que gastemos en una campaña no podemos emplearlo en otra. Podemos elegir emplear nuestros esfuerzos en educar a la gente acerca de por qué necesitamos ser veganos si queremos respetar a los animales y de este modo trabajar para cerrar el grifo progresivamente. O, por otro lado, podemos intentar tapar infructuosamente cada agujero del colador al mismo tiempo que el resto se agrandan u otros nuevos se abren.

Yo elijo intentar cerrar el grifo.


10 de noviembre de 2017

Charles Danten y la cuestión de las mascotas


Charles Danten es un veterinario canadiense, ya jubilado, y también es autor de un libro traducido al español y titulado «Un Veterinario Encolerizado: Ensayo Sobre la Condicion Animal». No he tenido la oportunidad todavía de consultar dicho libro, pero en este artículo que publico aquí, titulado originalmente «People who love animals should not own pets», su autor expone un alegato en contra del uso de los animales como compañía —es decir, como mascotas— basado en gran parte en su experiencia profesional sobre los múltiples daños que esta práctica ocasiona sobre los animales.

Me pareció interesante traducir este texto por ser un tipo de explotación animal tal vez poco analizado en el activismo animalista, en comparación con otros como la alimentación o el entretenimiento o la experimentación. Sobre esta cuestión en concreto también pueden leer las reflexiones de Gary Francione y de Tom Regan, y si lo desean también las mías propias en un ensayo anterior de este blog.

Esos artículos que menciono ayudan a plantear el problema del mascotismo dentro un contexto moral —como una parte del problema general del especismo y la explotación— mientras que este artículo de Danten señala los problemas que causa el uso de animales como mascotas desde una perspectiva más empírica. Pienso que antes de emitir un juicio sobre esta cuestión es necesario reflexionar de manera atenta sobre la relación que hemos establecido con los demás animales en todos sus aspectos —una relación claramente basada en la dominación y el beneficio para los humanos a costa del perjuicio para los animales— con todos los datos y argumentos que podamos abarcar.

**************
La gente que ama a los animales no debería tener mascotas

Charles Danten


Octubre 2014

La explotación de las mascotas es mucho más cruel, en su hipocresía y sofisticación, que cualquier otra forma de explotación animal, incluyendo la ganadería industrial, la producción de fuagrás, y la vivisección.

Es generalmente creído que las mascotas nos hacen más humanos, mejoran nuestra salud, aumentan nuestro bienestar y longevidad. Pero mientras que algunos investigadores han anunciado sobre efectos positivos a corto plazo, similares al placebo, como consecuencia de nuestra interacción con los animales, otros han encontrado en convincentes estudios cuantivos a gran escala que la salud y la felicidad de los propietarios de mascotas no es mejor, y en algunos casos es peor, que la de aquellos que no poseen mascotas.

Es ampliamente creído que los animales se benefician tanto como nosotros de la relación humano-animal. Pero nada podría estar más alejado de la verdad,


Debido a la relación que imponemos sobre ellos, todas las mascotas por definición permanecen infantiles, nunca alcanzan ningún nivel de autonomía o madurez emocional. El mantenimiento de este apego infantil fomenta la existencia de un permanente estado de ansiedad. Esto se traslada clínicamente a varias enfermedades psicosomáticas como colitis, inflamación de la vejiga, y problemas de piel. Problemas psicológicos como fobias, auto-mutilación, y ansiedad están muy extendidos y son frecuentes como problemas ligados a la dominación, el miedo y la ambivalencia. Estos animales son a menudo severamente castigados o abandonados por sus propietarios quienes son incapaces de comprender el sentido de estas neurosis, las cuales interpretan erróneamente como alguna clase de defecto en el carácter del animal. Los tratamientos curativos están destinados a fracasar, en tanto que esas enfermedades están ligadas al hecho de ser una mascota y en una relación que es fallida en su origen.


La vacunación por motivos comerciales y financieros está matando a miles de animales cada año. Diversas mutilaciones como el desgarramiento de los gatos, el corte de orejas, la esterilización y castración, para hacer a los animales más cómodos y fáciles de controlar, están causando una indecible miseria a los animales. Un animal sin estas mutilaciones resulta menos atrayente para los humanos y más difícil de controlar; esto es por lo que se realizan las esterilizaciones.

El cuidado de la salud animal en sí mismo es un subtipo del abuso animal. Es un tipo de pensamiento ilusorio creer que una mascota puede comprender y apreciar de alguna forma las buenas intenciones que motivan el cuidado veterinario. Esto está simplemente por encima de sus capacidades cognitivas. Un animal no es consciente de estar siendo "reparado" más de lo que lo es un coche, salvo por una diferencia esencial: los animales son seres sintientes perfectamente conscientes del dolor que infligimos sobre ellos por razones que están más allá de su comprensión. Desde su punto de vista, un hospital veterinario es indistinguible de un potro de tortura. 


Les causamos enfermedades de innumerables maneras por un lado, luego nos beneficiamos de ello por el otro. Este absurdo sugiere que nuestra preocupación por la salud de las mascotas tiene mucho más que ver con satisfacer nuestras necesidades que con cualquier otra cosa.


La explotación sexual, una cuestión tabú en nuestra bienpensante sociedad, está extendida en todas las áreas de la vida. La inmoralidad de convertir a un animal en mascota abre las puertas a toda forma concebible de explotación.

Según un cable de la embajada de Estados Unidos publicado por Wikileaks en el año 2005, el tráfico de animales salvajes, 
a nivel global, cuyo principal mercado es la industria médica oriental, la industria de la moda, y la industria de mascotas en Estados Unidos y Europa "mueve entre 10 y 20 billones de dólares estadounidenses cada año, situándose en tercer lugar después del tráfico de armas y el tráfico de drogas". Por un canto y un poco de exotismo, los hábitats y los incubadores naturales de todo el mundo están siendo destruidos.


Cuando están preparados, los animales fértiles se convierten en objeto de una intensa cría por parte de profesionales y aficionados, lo que rápidamente repercute en su deterioro. Hay más de 300 enfermedades genéticas debilitantes e incurables en las mascotas, la mayoría de ellas causadas por la cría y el consumismo.


Los animales son afectados con deliberadas características anatómicas que convierten sus vidas en una pesadilla. Perros y gatos procedentes de la cría braquicéfala [dogos, bulldog inglés, boston terrier, pekinés, persa, himalayo,...] por ejemplo, se caracterizan por un cráneo atachado y ojos saltones, a menudo sufren por el solo hecho de respirar.


Las condiciones físicas de la cautividad también conllevan daños. Según la doctora Karen Overall, una veterinaria especializada en etología animal, sólo el 1% de la población sabe algo acerca de los animales que mantienen en cautividad. Confinados en espacios pequeños durante toda su vida, encerrados mientras sus dueños hacen su vida, la mayoría de mascotas conocen una existencia tan limitada como aburrida como la de los prisioneros o los esclavos.


La propia naturaleza de la comida que damos a las mascotas es también la causa de muchos dolorosos problemas de salud.


Millones de animales son destruidos cada año en lugares eufemísticamente denominados refugios. Otros, que nunca serán adoptados porque tienen defectos psíquicos o físicos irremediables, pasan su vida encerrados en refugios que no matan animales, a merced de la compasión de buenos samaritanos, quienes se complacen a sí mismos al insistir en mantener a estos animales con vida, como una cuestión de principio, a menudo durante años, bajo condiciones miserables desde el punto de vista del animal.


La lista no termina aquí. El vínculo humano-mascota está lejos de ser la panacea terapéutica que proclaman los apologistas de la tenencia "responsable" de animales. Al contrario, esto es mutuamente autodestructivo y destructivo para el mundo natural.

Si aceptan todas estas falacias descritas, la adopción y los derechos de los animales son causas que se anularán en el deseado objetivo de salvar animales y amplificarán el espantoso efecto de promover el consumismo, con todas sus inseparables atrocidades. Sería equivalente a pagar un rescate a los terroristas por los rehenes. No hacemos esto porque sabemos que sólo alimenta el problema en un círculo vicioso.

Las iniciativas educativas que provean una mirada honesta sobre la naturaleza de nuestra relación con el mundo animal sería tremendamente más fructíferas que las lecciones aprendidas de la explotación de las mascotas. En este caso, los animales no son los únicos que pierden; los niños se convierten a sí mismos en mascotas cuando son rebajados y adoctrinados a creer desde sus primeros años que una vida sin mascotas es impensable y que el amor y la crueldad se pueden mezclar.

Una vez que su mascota muera de muerte natural, por ejemplo, puede usted elegir vivir tu propia vida, si lo desea, poniendo fin a este barbarismo de forma optimista. No seamos rehenes de aquellos que se benefician de esta abominación.

Si de verdad amamos a los animales, los dejaremos vivir en sus propios términos.

Artículo original en inglés: «People who love animals should not own pets»

************

El artículo de Danten es obviamente controvertido pero necesario. A diferencia de casi todos los artículos que tratan sobre la cuestión de las mascotas, en este caso el autor analiza el asunto no centrándose en el supuesto beneficio para los humanos —antropocentrismo— que proporciona el uso de animales como mascotas sino centrándose en el perjuicio que el mascotismo causa a los animales.

Mientras que en el mundo natural la presión de la selección adaptativa favorece que prosperen los individuos sanos, en el contexto humano los animales son seleccionados no para favorecer su beneficio —su salud, su inteligencia, o su autonomía— sino sólo para manipular sus cuerpos a proporcionar un determinado servicio a los humanos; lo cual provoca la aparición y perpetuación de trastornos de salud. Danten sólo menciona algunas pero el listado de padecimientos que sufren los animales por culpa de la dominación humana sería interminable.

Debo señalar que hay algún punto del texto con el que yo no estaría de acuerdo.

Por ejemplo, afirma Danten que algunos refugios de animales insisten en mantener con vida a sus animales a pesar de que sus condiciones de vida son deplorables. Esto sugiere que él propondría la eutanasia para esos casos. Yo no estaría completamente de acuerdo con esto. La eutanasia es el nombre que damos a la acción de dar muerte a un individuo en su propio beneficio cuando sus condiciones naturales de vida son tan miserables que su vida se convierte en una especie de tortura. Estas condiciones suelen ocurrir cuando se produce una enfermedad terminal y degenerativa que ocasiona dolor crónico. En este caso entendemos que dar muerte al paciente con su consentimiento puede ser moralmente aceptable en tanto que no existe otra forma de remediar su situación. Pero la eutanasia no puede darse en el caso de los animales porque ellos no pueden darnos su consentimiento. La eutanasia —para no ser asesinato— requiere de una serie de condiciones y el consentimiento informado y explícito es una de ellas. Sabemos que los animales tienen un interés inherente en vivir pero no podemos saber que ellos eligen o prefieren morir en determinada circunstancia. Muchos humanos no aceptan la eutanasia incluso en las peores condiciones pensables, así que no podemos nunca dar por hecho que determinada situación de salud de un animal conlleva que sea aceptable matarlo deliberadamente de forma legítima.

Dicho esto, es importante aclarar, por si acaso, que Danten no se opone a la adopción; se opone en este caso a que los animales sean utilizados para satisfacer deseos y necesidades humanas. Son dos cosas muy distintas. Una cosa es ayudar a un animal porque ha sido víctima de los humanos y necesita refugio, y otra cosa muy distinta es utilizar a un animal para que nos sirva de compañía en nuestro propio beneficio.