20 de junio de 2014

La inteligencia y su relación con el valor moral




Supongamos que una especie superior en inteligencia y nivel tecnológico a la nuestra invadiera la Tierra, nos sometiera, y nos utilizara como alimento, o como recursos para llevar a cabo experimentos científicos sobre nosotros, sin nuestro consentimiento, extirpándonos órganos e inoculándonos sustancias tóxicas para ver nuestra reacción a ellas. Es decir, algo muy similar a lo que hicieron los científicos nazis en los campos de concentración con los judíos.

Resulta que eso es exactamente lo que hacemos en nuestro planeta con los perros, ratones, conejos, moscas, primates y demás animales no humanos, sometidos a nuestra dominación. De ahí que el famoso astrofísico Stephen Hawking advirtiera en contra de los intentos por contactar con inteligencias extrarrestres. Con sus propias palabras:

«En lugar de tratar de comunicarse activamente con seres alienígenas los humanos deberían hacer todo lo posible por evitar el contacto. [..] Las personas sólo tienen que observarse a sí mismas para darse cuenta de cómo un organismo inteligente puede tornarse en algo que no se quisiera conocer.»

Parece que Hawking es consciente de que los humanos nos hemos comportado violentamente con los otros animales. Por eso es razonable suponer que otras especies más inteligentes se aprovecharían de nosotros, al igual que hemos hecho los humanos con los demás animales. ¿Qué diríamos ante aquella situación? ¿Afirmaríamos que los visitantes extraterrestres tienen derecho a actuar de ese modo puesto que nosotros no pertenecemos a su especie? ¿Estaríamos de acuerdo en que su proceder es justo dado que ellos son más inteligentes que nosotros?

Los defensores de la teoría del especismo cualificado argumentan que los humanos están en una categoría especial y superior al resto de animales porque poseen una serie de características particulares, tales como una inteligencia muy desarrollada, una capacidad de crear tecnología muy sofisticada, un nivel cultural muy complejo,... La cuestión es qué sucedería si aparece una especie que sobrepasa a los humanos en todas esas características y con la intención de esclavizar a los humanos. ¿Serían coherentes con su ideas y se pondrían de lado de los invasores como colaboracionistas?

En la medida en que afirmamos que la inteligencia parecida a la humana es moralmente relevante, entonces necesariamente deberíamos aceptar la idea de que otros seres con mayor inteligencia serían moralmente más valiosos que los humanos con menor inteligencia. Así lo plantea el profesor Tom Regan:

«Si el hecho de que ellos [los animales no humanos] pertenezcan a otra especie hace que sea correcto que los matemos o les inflijamos daño, el hecho de que nosotros pertenezcamos a una especie distinta de la suya haría que dejase de estar mal que ellos nos mataran o nos dañaran. "Lo siento amigo —dirían los compatriotas de E.T— pero es que no perteneces a la especie correcta.” Por lo que a nosotros respecta, no podemos quejarnos ni poner ninguna objeción moral si la pertenencia a la especie, además de ser una diferencia biológica, tiene una decisiva importancia moral.»

Millones de animales son esclavizados diariamente en centros de explotación animal de todo el mundo. Millones de individuos no humanos de diversas especies son criados, confinados, castrados, envenenados, infectados con enfermedades, sometidos a cirugía experimental, degollados o electrocutados.

Si comprendemos que las diferencias de inteligencia no son relevantes entre seres humanos, también deberíamos poder comprender que esas diferencias son igualmente irrelevantes cuando se trata de otros animales sintientes.

En lo que concierne a la inclusión en la comunidad moral, la única característica relevante es la sintiencia. ¿Por qué? Porque sólo los seres sintientes poseen identidad. Sólo los seres dotados de sensación tienen conciencia —conciencia de sí mismos y de lo que les sucede. Por tanto, tienen un valor intrínseco que no depende del valor instrumental que puedan tener para otros. Si el razonamiento se basa en la lógica, y la lógica se fundamenta en el principio de identidad, entonces respetar el principio de identidad nos obliga a respetar a los seres que poseen identidad. Una moral racional significa actuar de forma coherente con la lógica. Si un ser es sintiente entonces es un sujeto. Si es un sujeto entonces no deberíamos tratarlos como si fuera un objeto. Por tanto, debería ser considerado como una persona.

Por otra parte, aparte de la cuestión propiamente ética, la discusión sobre si estas prácticas son necesarias desde el punto de vista práctico conduce necesariamente a concluir que no lo son. No necesitamos usar a otros animales para comida, vestimenta, entretenimiento, transporte y otros propósitos. Los utilizamos por placer, diversión, costumbre o mera conveniencia. Ninguna de estas excusas puede justificar moralmente el hecho de que utilicemos a otros animales. Al utilizarlos no sólo vulneramos su valor intrínseco, al atribuirles exclusivamente un valor instrumental en beneficio de nuestros intereses, sino que también violamos el principio ético de igualdad.

El principio de igualdad, o principio de igual consideración, es un criterio lógico que toda teoría moral debe incorporar para ser considerada racional. Este principio nos obliga a tratar de forma igual todos aquellos elementos moralmente relevantes que sean iguales —o muy similares. Por tanto, cuando decimos que todos todos los seres con valor moral deben ser considerados de forma igual, nos referimos a que su individualidad y sus intereses básicos —aquellos que son intrínsecos al hecho de sentir— deben ser considerados al mismo nivel puesto que son los mismos intereses. Esto es, no se justifica supeditar ni sacrificar forzosamente el interés de uno para satisfacer el de otro.

Cuando condenamos la explotación de seres sintientes, lo hacemos en virtud de los dos principios básicos sobre los que se sostiene la ética: el valor intrínseco y la igualdad.

Es pertinente aclarar que la igualdad moral no significa igualitarismo, Por ejemplo, no debemos tratar a todos los humanos exactamente de igual manera en todos los aspectos de la vida. Cuando se trata de cuestiones económicas, consideramos que es más valioso económicamente el trabajo de un cirujano que el de un barrendero, porque consideramos que el primero tiene un mayor valor de utilidad que el segundo en un sentido profesional.

Ahora bien, incluso asumiendo que esa diferente asignación de recursos es legítima, ¿podríamos decir que un barrendero posee menor valor moral como individuo que un cirujano en lo concerniente a cuestiones como decidir si es éticamente legítimo usarlo como donante forzado de órganos o como participante no voluntario a un experimento o como comida para otros? Por supuesto que no. En lo que respecta al hecho de ser utilizado exclusivamente como un recurso para otros, ambos son iguales porque ambos son sintientes. Independientemente de su nivel de inteligencia, ambos valoran su propia vida y tienen un interés en conservarla y protegerla del daño. El valor moral se refiere exclusivamente a la sintiencia en sí misma, y a ninguna otra característica, puesto que es la conciencia sensitiva la que general el valor inherente.

Por un lado, entendemos que seres humanos que poseen menor nivel de inteligencia que nosotros [bebés, niños, incapacitados, seniles] no merecen menos consideración sino que, en todo caso, merecerían más consideración por nuestra parte debido a su situación peculiar. Por otro lado, resulta que luego argumentamos en favor de la opresión sobre los animales apelando a que ellos son menos inteligentes o a que ellos no se pueden defender de nosotros, o que no tienen capacidad de reivindicar sus derechos, y por tanto los humanos nos consideramos superiores con derecho a explotarlos. Sólo los partidarios del fascismo aceptan ese criterio dentro del contexto humano, pero cuando se trata de otros animales parece que ese criterio se asume como algo normal, tal y como denunciaba Gary Francione:

«Señalar que podemos explotar a los otros animales porque somos “superiores” no es más que decir que tenemos más poder que ellos. Y nada más. Y exceptuando los partidos fascistas, la mayoría de nosotros rechazamos la visión de que el poder establece lo que es correcto. Así que por qué, díganme, está ese principio tan ciegamente aceptado cuando se trata de nuestro relación con los demás animales.»

Aquí se produce una contradicción entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Esto sucede porque discriminamos arbitrariamente entre los individuos que somos humanos y quienes no lo son. Esta es la base del prejuicio que denominamos especismo.

En definitiva, ¿qué papel se supone que tendría la inteligencia en relación con la ética? La inteligencia sólo puede ser una característica relevante en lo que se refiere a la agencia moral, es decir: la capacidad de comprender y aplicar reglas morales. Para esto es requisito necesario poseer un determinado nivel o grado de inteligencia. Obviamente no se le puede exigir a nadie que cumpla con determinas normas de conducta si ni siquiera puede comprenderlas e interiorizarlas. Aunque el sentido moral se haya detectado en otros animales, la agencia moral sólo parece desarrollarse, por lo general, en los humanos.

Todavía se continuará diciendo que la diferencia de inteligencia nos justifica en explotar a los otros animales que no son humanos; pero la verdad es justamente lo opuesto: precisamente porque somos inteligentes es por lo que tenemos la obligación moral de respetar a los demás animales. Es decir, tratarlos como personas, y no como recursos.

1 comentario:

  1. Bien podría servir también esa hipótesis de los extraterrestres para aquellos que pretenden establecer jerarquías morales en relación a los nohumanos en función del supuesto -y fantasioso- mayor o menor grado de sintiencia de los individuos. Si una o varias especies extraterrestres con un sistema nervioso notablemente más complejo se establecieran en la tierra, supongo que deberíamos aceptar de buen grado su desprecio hacia nosotros dado el alto nivel de “simpleza” al que caería reducida nuestra capacidad sintiente en comparación a la suya.

    Saludos.

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