22 de mayo de 2013

Dos conceptos de respeto: valor inherente y valor instrumental


«Cuando Kant afirma que el hombre es por naturaleza malo, no se refiere sino a que tenemos una propensión, que consiste en anteponer el incentivo del amor propio al de la ley moral. Y esto no por algún impulso sensible, sino como un acto libre de nuestro albedrío o racionalidad. En esto consiste su tesis del mal radical. En el lenguaje que hemos estado tratando, significaría justamente otorgarnos un valor social unos a otros, que no corresponde a nuestro verdadero valor absoluto o dignidad.» ~ Zimmerman 

En este ensayo pretendo hacer una breve aclaración acerca del significado de dos conceptos fundamentales dentro del contexto moral: valor inherente [o valor intrínseco] y el valor instrumental [o valor utilitario].

A veces se alega que la filosofía de los Derechos Animales solamente pide respeto para los animales sintientes, pero se olvida de la importancia que la naturaleza tiene para nosotros los humanos y para los demás animales, ya que es el sustrato último que permite nuestra existencia. Considero que esta objeción es errada.

Es claro que si el medio ambiente es el hogar de la mayoría de individuos no humanos, y el medio de vida fundamental de todos nosotros, entonces también deberíamos respetarlo. Pero se trata de dos conceptos distintos de respeto. Esto es, no significa lo mismo respetar a alguien como persona —el respeto moral— que respetarlo porque tiene una utilidad instrumental para nuestros fines —el respeto utilitario.

La idea que subyace al veganismo, y a la ética de los Derechos Animales, es que sólo los seres sintientes poseen un valor moral inherente y que este valor no puede ser ignorado ni sacrificado para fines instrumentales. Eso implica que sólo los seres que poseen una conciencia sensitiva tienen un valor moral independiente de nuestros juicios personales. Este valor nos obliga éticamente a respetarlos como fines en sí mismos, es decir, a tener en cuenta su individualidad, su voluntad y sus intereses, en el mismo plano que los nuestros; lo cual conlleva nunca explotarlos ni tampoco destruirlos sólo porque obtengamos un beneficio de ello.

El concepto de valor moral se define como algo que es valioso en sí mismo. Esto es lo que lo define esencialmente. Por supuesto que algo tenga valor moral no significa sólo que posea un valor intrínseco sino que además es algo que debemos respetar y no tratar meramente de una manera utilitaria o instrumental. Todas las teorías y códigos morales así lo aceptan, porque de lo contrario no tendrían sentido. Unos consideran que ese valor está en la felicidad, otros consideran que está en la humanidad, otros que está la libertad, otros que está en la virtud, otros que está en la persona,... y así sucesivamente. Pero sin la noción de de valor inherente es del todo imposible articular una teoría moral. El concepto de valor intrínseco es esencial a la moral como el número lo es a la matemática. Así como explica la profesora Adela Cortina:

«La justificación de la moralidad sólo es, pues, posible mediante la existencia de algo que sea fin en sí mismo [no medio] y que valga absolutamente [no relativamente].» Ética Mínima, 1986, Adela Cortina

El concepto moral de valor inherente [o valor intrínseco] es equivalente a lo que en filosofía moral se denomina tradicionalmente como dignidad. Cuando un ser tiene dignidad eso significa que su valor propio está fuera de cualquier cálculo económico o instrumental. Si tiene dignidad entonces no puede tener precio. Ni su voluntad ni sus intereses básicos pueden ser vulnerados o ignorados por motivos utilitarios. Eso no quiere decir que un individuo no pueda tener también un valor instrumental, sino más bien que ningún fin instrumental puede anular o anteponerse a su valor inherente. De acuerdo al filósofo Thomas Scanlon:

«Tratar algo meramente como un medio es verlo como algo carente de valor con independencia del valor que puede conferirle otro valor, mientrar que tratar algo como un fin en sí mismo es verlo como algo con un valor que no deriva de ninguna otra fuente.» Las Dimensiones Morales, 2013, Thomas Scalon

La teoría de los Derechos Animales señala que los seres conscientes poseen materialmente un valor intrínseco, por el hecho de que se valoran a sí mismo; valoran su propia supervivencia, bienestar y autonomía. Lo poseen tanto si se lo reconocemos como si no. Se trata de un hecho empírico. Ahora, si el valor moral se define por el hecho de ser valioso en sí mismo, como admiten todas las teorías morales —y esto es una de las pocas cosas que suelen tener en común— entonces todos los seres dotados de sensibilidad poseen un valor moral inherente. Por tanto, los seres no conscientes no pueden lógicamente poseer un valor moral porque carecen de valor intrínseco.

De este modo, el valor moral se identifica con el valor intrínseco o valor inherente de los seres dotados de conciencia sensitiva. Los seres sintientes poseen ese valor intrínseco en tanto que ellos pueden valorar y valoran su propia vida; valoran si algo les beneficia o les perjudica. Tienen preferencias y deseos acerca de su propia supervivencia y bienestar y autonomía. Por tanto, el criterio de la sintiencia sería el único requisito suficiente y necesario para tener valor moral, es decir, un valor en sí mismo.

Valor moral significa que un ser merece respeto por sí mismo, independientemente de su valor extrínseco o instrumental. De este modo el valor moral se caracteriza como valor intrínseco o inherente; en oposición al valor extrínseco o instrumental. Como diría Kant, el valor moral otorga dignidad en oposición al precio que caracteriza el valor instrumental.

Si el valor moral se define como valor intrínseco y solamente los seres dotados de sensación tienen un valor intrínseco, ¿de qué otra forma se podría justificar racionalmente el valor moral si no es apelando al valor intrínseco? Sólo los seres sintientes poseen un valor intrínseco, por tanto, sólo ellos pueden tener un valor moral. Así lo explica el profesor Tom Regan:

«Los individuos que tienen un valor inherente son los sujetos de una vida, esto es, los sujetos que experimentan una vida en cuyo transcurso les va mejor o peor; los que tienen una vivencia individual de su bienestar, con independencia, como es lógico, de la utilidad que puedan tener en relación con los intereses o el bienestar de otros seres. Los humanos capaces son sujetos de su vida en este sentido. Pero también lo son esos otros humanos incapaces de los que nos hemos ocupado ya. Y otro tanto ocurre con otros muchos animales: los gatos y los perros, los cerdos y las ovejas, los delfines y los lobos, los caballos y las vacas, y —de la manera más conspicua— los chimpancés y otros grandes simios no humanos.» Ganancias Mal Adquiridas, 1993, Tom Regan

El valor intrínseco por definición es aquel valor que un ser genera en sí mismo y por sí mismo, y no por el efecto o relación que tenga con otros seres o entidades. Podemos arbitrariamente asignarle un valor intrínseco a lo que nos dé la gana, claro, pero desde un punto de vista lógico sólo puede tener valor intrínseco aquel ser que lo genera en sí mismo, y esto sólo sucede, a nivel empírico, en los seres conscientes.

Sólo los seres sintientes pueden sentir, es decir, experimentar sensaciones, emociones, sentimientos, pensamientos, deseos. Sólo ellos pueden realizar valoraciones, y valoran su propia existencia y bienestar. Así que sólo ellos tienen de hecho un valor intrínseco.

El valor moral sólo puede depender de la sintiencia por la razón de que los seres sintientes, por el hecho de ser sintientes, pueden valorar. Al estar dotados de sensación, experimentan sensaciones, emociones y deseos. Es decir, expresan valoraciones sobre aquello que les perjudica o les beneficia, en tanto que les afecta de forma positiva o negativa. Para esto no es necesario poseer inteligencia ni características cognitivas complejas. No es necesario poder pensar sobre el dolor para poder sentir dolor; no es necesario tener un concepto del placer para poder sentir placer. No es necesario tener la capacidad de pensar sobre el deseo de comer y de beber para poder sentir hambre y sed. Por eso el valor intrínseco está ligado exclusivamente a la sintiencia, y no a la racionalidad o inteligencia.


Todo esto implica situar a todos los animales sintientes en un plano de igualdad moral. Los seres sintientes no sólo tienen un valor inherente sino que cada uno de ellos posee igual valor inherente. No hay razón que justifique establecer una jerarquía entre seres sintientesTodos los seres sintientes poseen de hecho un mismo valor inherente. Es un hecho que todos ellos tienen conciencia de sí mismos a través de sus experiencias subjetivas y de sus intereses, y valoran su propia vida como algo que tiene valor por sí mismo. Por tanto, en igualdad de condiciones, está igual de mal matar a 50 ardillas que a 50 humanos. Añadiría además que el número de individuos no es relevante moralmente, y que cada individuo tiene un valor singular por sí mismo.


Un planteamiento moral que no parta del principio de igual consideración no puede ser racionalmente compatible con la lógica. Es un requisito racional obligado tener en cuenta la voluntad y los intereses de otros animales al mismo nivel que los nuestros y no hay una razón que justifique moralmente someterlos y dominarlos para nuestro beneficio. Todos los argumentos que pretendan alegarse para justificar el especismo son exactamente los mismos que se utilizan para intentar justificar el racismo, el sexismo o la homofobia.


La vida en sí misma no tiene, ni puede tener, ningún valor intrínseco. La noción de valor solamente surge con la sintiencia. Al poder experimentar sensaciones, los seres sintientes valoran [desean, estiman, prefieren] su propia conservación, su bienestar, su libertad. Ellos se valoran a sí mismos, aunque nadie más lo haga. Por tanto, solamente los seres sintientes pueden tener un valor intrínseco, un valor en sí mismo. Todo lo demás sólo tiene un valor instrumental, derivado de acuerdo a los intereses de los seres sintientes.

Por tanto, los vegetales, y los minerales, al no ser sintientes, no poseen un valor intrínseco —no tienen conciencia ni intereses. No hay nada inherente a ellos que haya que respetar moralmente. Lo que sí tienen es un valor instrumental, en tanto que son necesarios para que los seres sintientes puedan conservar y desarrollar sus vidas. Es por eso que debemos respetarlos como medios que permiten la consecución de los intereses que tienen los seres sintientes.

El valor instrumental es el único que nuestra cultura especista aplica a los animales no humanos. Se les valora solamente porque son útiles para los fines humanos. Se les respeta según el grado de importancia que tienen para lograr nuestros objetivos, es decir, no los respetamos como individuos, sino como nuestra propiedad. Del mismo modo que respetamos las casas y los otros objetos que pertenecen a sus propietarios; no porque estos objetos en sí tengan un valor intrínseco sino porque su propietario los valora de acuerdo con sus fines e intereses.

El cambio del actual paradigma antropocéntrico hacia un paradigma moral igualitario que considere a
todos los animales sintientes como sujetos con derechos pasa necesariamente por eliminar la mentalidad instrumentalista que proyectamos sobre los demás animales y sustituirla por una nueva visión que los tenga en cuenta por su valor moral intrínseco.


Una ética que reconoce un valor inherente a todos los seres dotados de sensación no acepta por tanto que sus vidas sean instrumentalizadas como si fueran cosas o recursos que sólo tienen un valor utilitario ni acepta que puedan ser sacrificadas forzosamente para conseguir algún beneficio.


Si reconocemos que los seres sintientes poseen un valor inherente entonces no debemos destruirlos ni instrumentalizarlos por motivo del valor extrínseco que nosotros les otorguemos. A esto es a lo que denominamos dignidad en sentido moral, y es la razón por la que es injusto explotar a los animales.

Debemos dejar de ver a los demás animales como objetos, como seres inferiores que existen para nuestro beneficio, y reconocerlos como personas que son: individuos que sienten, sufren, desean, y les importa su propia supervivencia y bienestar. 
Por esto, los demás animales son iguales a nosotros. Por tanto, deberíamos tratarlos y respetarlos como nuestros iguales.

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